Con el paso del tiempo, el cuerpo sufre cambios físicos que pueden afectar de manera significativa la movilidad y aumentar la probabilidad de caídas, especialmente si no se adoptan prácticas adecuadas de autocuidado. Expertos en geriatría alertan que las modificaciones en la postura, la forma de caminar y la pérdida de masa ósea son habituales en las personas mayores y, si no se tratan oportunamente, pueden ocasionar lesiones graves.
Según datos de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, el deterioro de huesos y músculos relacionado con la edad —sobre todo en mujeres postmenopáusicas— contribuye a una mayor fragilidad. Sumado a una marcha alterada y una postura encorvada, esto incrementa el riesgo de caídas, uno de los problemas de salud más frecuentes en los adultos mayores.
El Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (INAPAM) destaca que promover la autosuficiencia, la autonomía y el empoderamiento es clave para un envejecimiento saludable. Sus especialistas aseguran que el autocuidado es fundamental para mantener la calidad de vida y evitar complicaciones derivadas de los cambios fisiológicos propios del envejecimiento.
La Unidad Geriátrica de la Clínica Alemana en Chile señala que aproximadamente 3 de cada 10 personas mayores de 65 años sufren al menos una caída al año, cifra que aumenta a 1 de cada 2 en quienes tienen más de 80 años. El doctor Eric Blake, geriatra de esta institución, explica que estas caídas pueden ser resultado tanto de procesos naturales del envejecimiento como de enfermedades que afectan el equilibrio o la movilidad.
Por otro lado, la doctora Molly Jarmen encontró en su investigación una relación directa entre la demencia y el riesgo de caídas. El deterioro cognitivo, señala, incrementa considerablemente la posibilidad de accidentes, y sugiere que las caídas podrían ser un indicio para realizar evaluaciones cognitivas más detalladas.
Otros factores que elevan este riesgo incluyen la reducción de la fuerza muscular, el desgaste de las articulaciones, la rigidez, la inflamación y las deformaciones óseas. A medida que estos cambios avanzan, los movimientos se vuelven más lentos y limitados, dificultando las actividades diarias y aumentando la vulnerabilidad física.
Ante este escenario, expertos de diversas instituciones internacionales coinciden en la importancia de fomentar el autocuidado en la vejez como un método efectivo para mantener la independencia funcional y prevenir caídas. Esto implica desde la realización de ejercicios adaptados hasta la atención médica periódica y la creación de ambientes seguros en el hogar.