Esta perspectiva coincide con otras iniciativas impulsadas por Harvard. Uno de sus proyectos, Making Caring Common, desarrollado por la Escuela de Educación, promueve que las tareas cotidianas sean una herramienta para desarrollar empatía, sentido de pertenencia y responsabilidad desde la infancia.
Sus impulsores explican que este tipo de actividades permite a los niños identificar el esfuerzo colectivo y comprender que forman parte activa del núcleo familiar.
Tareas domésticas como formación integral
La psicóloga clínica Jacqueline Sperling, profesora en la Facultad de Medicina de Harvard, también afirma que asignar responsabilidades apropiadas a la edad de los niños favorece su autonomía. En un artículo para Harvard Health, señaló que establecer rutinas con tareas del hogar ayuda a los niños a ganar seguridad en sus propias capacidades.
Evidencia de un estudio prolongado
Una investigación a largo plazo encontró que involucrar a los niños desde pequeños en labores domésticas mejora habilidades sociales, emocionales y cognitivas esenciales para su vida adulta.
Actividades como poner la mesa, cuidar una mascota o descargar el lavavajillas permiten que los niños comprendan el esfuerzo compartido que requiere mantener un hogar, fortaleciendo así sus vínculos con otros miembros de la familia.
Según el equipo de Making Caring Common, aunque doblar ropa o sacar la basura parezcan tareas menores, enseñan a los niños que todos tienen una función en el cuidado del entorno común. Esto refuerza su percepción como miembros valiosos de una familia colaborativa, lo cual también impulsa su autoestima.
Sperling agrega que darles responsabilidades según su etapa de desarrollo ayuda a fomentar independencia, capacidad de organización y toma de decisiones.
Apoyo desde la investigación científica
Un estudio publicado en la revista Journal of Developmental and Behavioral Pediatrics, llevado a cabo por el Hospital Infantil de la Universidad de Virginia, analizó a casi 10 mil niños estadounidenses desde preescolar hasta tercer grado. Los resultados mostraron que aquellos que participaban con más frecuencia en tareas del hogar reportaban mayores niveles de autoeficacia, satisfacción personal, habilidades sociales y mejor desempeño escolar.
Estos beneficios se observaron sin importar el género, nivel de ingresos o educación parental. Los investigadores concluyeron que involucrarse en las tareas del hogar, incluso ocasionalmente, durante la infancia temprana se relaciona con mejores competencias sociales y académicas en la etapa escolar.
Más allá de la tarea: el entorno emocional importa
El valor de estas actividades no reside únicamente en lo que se hace, sino en cómo se vive dentro del hogar. Cuando los niños comprenden que su esfuerzo contribuye al bienestar común, se sienten parte de una estructura colaborativa donde cada integrante cumple un rol. Como indica el informe: “Comemos juntos, limpiamos juntos. Nos apoyamos para mantener la casa ordenada”.
Este enfoque reduce actitudes egocéntricas, impulsa la empatía y refuerza el espíritu de cooperación. Jeff Haden, citado en artículos de Harvard, señala que “la perseverancia se fortalece con la práctica constante”, y asumir pequeñas tareas en casa permite desarrollar esa cualidad de forma natural.
Consejos para incorporar las tareas en la vida familiar
Desde Harvard proponen que las tareas domésticas no se vean como castigos, sino como una parte compartida de la vida en familia. Se recomienda distribuir las responsabilidades entre todos los integrantes del hogar: mientras uno recoge los platos, otro los lava y otro los seca, lo que promueve la colaboración y refuerza la idea de que el esfuerzo de cada uno tiene un propósito común.
Los expertos insisten en adaptar las tareas a la edad de cada niño, utilizar el refuerzo positivo y enmarcar su participación como una manera de contribuir al bienestar del grupo. Así, no solo se sentirán útiles, sino también valorados.
La frecuencia con que los niños colaboran en el hogar tiene una influencia directa en el desarrollo de sus habilidades sociales, emocionales y cognitivas. Enseñarles a participar desde pequeños no solo mejora la convivencia diaria, sino que, como indican múltiples investigaciones de Harvard, ayuda a construir una adultez más equilibrada, empática y resiliente.
Robert Waldinger, investigador de Harvard, ha afirmado: “Queremos comprender cómo una infancia difícil puede tener efectos negativos décadas después, afectando la salud en la mediana edad”.
Fomentar un hogar afectivo y cooperativo, donde los niños sepan que su aporte es valioso, puede ser una de las formas más efectivas —y sencillas— de promover el bienestar a largo plazo.