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Los baños de hielo ganan popularidad, pero expertos advirtieron sobre sus riesgos

ENFERMEDADES
Redacción El Tiempo
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En plataformas digitales, celebridades e influencers promueven los baños de hielo como un método casi milagroso para fortalecer la mente, recuperar el cuerpo y aumentar la energía.

Figuras públicas como David Beckham los presentan como parte de sus rutinas de bienestar, mientras que negocios especializados en este servicio crecen en ciudades alrededor del mundo. No obstante, esta tendencia en auge también conlleva riesgos físicos importantes que, en algunos casos, pueden tener consecuencias duraderas o incluso mortales.

Lo que en un inicio fue una práctica común solo en el ámbito deportivo, ahora se ha extendido a centros de bienestar, se vende como una forma de desarrollo personal y se ha convertido en un hábito cotidiano en los hogares.

El mercado global de baños de hielo alcanzó un valor de 338 millones de dólares en 2024 y se espera que crezca hasta 483 millones en 2033. A pesar de esta expansión, los expertos en salud advierten que los beneficios reales son limitados y que los riesgos suelen ser subestimados.

Respecto a sus beneficios, la inmersión en agua fría ha sido tradicionalmente vinculada a la recuperación muscular. Según un análisis publicado en The Conversation por Samuel Cornell, estudiante de doctorado en Salud Pública, y Michael Tipton, profesor de Fisiología Humana, los baños de hielo pueden ayudar a disminuir el dolor muscular después de ejercicios intensos, aunque el alivio es leve y temporal.

Sobre el estado de ánimo, algunos estudios mencionados sugieren posibles mejoras tras una sola exposición en personas jóvenes y saludables. Sin embargo, la mayoría de las afirmaciones relacionadas con beneficios en la salud mental, la testosterona o el metabolismo carecen de evidencia científica sólida y se basan principalmente en experiencias personales amplificadas en redes sociales.

En cuanto a los riesgos físicos, sumergirse en agua con temperaturas inferiores a 15 °C provoca una respuesta fisiológica intensa conocida como shock por frío, que incluye jadeo, respiración acelerada, aumento del ritmo cardíaco y una subida repentina de la presión arterial.

Permanecer demasiado tiempo en estas condiciones puede ocasionar hipotermia, cuyos síntomas van desde escalofríos y confusión hasta la pérdida de conciencia.

Un estudio citado por los autores muestra que nadadores entrenados experimentaron graves problemas respiratorios al estar sumergidos en agua a 4.7 °C por apenas minutos, e incluso sin una gran caída inicial de la temperatura corporal, algunos tuvieron que salir del agua después de solo 90 segundos.

Además, después del baño, el cuerpo puede seguir enfriándose debido a un fenómeno llamado afterdrop, lo que aumenta el riesgo de colapso, afectando incluso a personas jóvenes y en buen estado físico.

Samuel Cornell relata un caso reciente en Sídney donde un joven se desmayó tras permanecer 10 minutos en un baño de hielo, mostrando claros signos de shock por frío, como temblores incontrolables y desorientación.

Una complicación menos conocida es la lesión por frío no congelante, que puede resultar de exposiciones prolongadas. Esta afección afecta principalmente nervios y vasos sanguíneos de las extremidades en contacto directo con el agua fría, especialmente manos y pies.

A diferencia de la congelación, donde se ve daño visible por formación de hielo, esta lesión ocurre sin que el tejido se congele, lo que dificulta su detección temprana y puede hacer que se subestime su gravedad.

Los síntomas incluyen entumecimiento, dolor crónico y sensibilidad al frío que pueden durar meses o años después de la exposición. Esto puede afectar la calidad de vida, limitar la destreza manual y aumentar la vulnerabilidad a futuras exposiciones al frío.

El daño se produce por una combinación de vasoconstricción prolongada (estrechamiento de vasos sanguíneos) y daño nervioso, comprometiendo el flujo sanguíneo y la función nerviosa. La gravedad aumenta con el tiempo de exposición, especialmente si no se respetan las recomendaciones.

Este riesgo poco conocido puede tener consecuencias duraderas, sobre todo en quienes practican baños de hielo con frecuencia o sin supervisión médica.

Por ello, los expertos proponen seis recomendaciones para un uso más seguro:

  1. Consultar a un médico, especialmente si existen antecedentes de problemas cardíacos, respiratorios o cerebrovasculares.

  2. Conocer los propios límites, ya que estar en buena forma física no elimina el riesgo de shock por frío.

  3. Comenzar de manera gradual, por ejemplo con duchas frías breves antes de una inmersión completa.

  4. Nunca hacerlo solo, siempre debe haber alguien más presente.

  5. Controlar el tiempo y la temperatura, no exceder entre 3 y 5 minutos de exposición.

  6. Estar atentos a señales de alerta como escalofríos intensos, entumecimiento o confusión, que pueden indicar el inicio de hipotermia.

Los especialistas resaltan que el cuerpo humano no está diseñado para soportar agua helada durante largos periodos, por lo que esta práctica debe tomarse con responsabilidad y no dejarse llevar solo por su promoción en redes sociales.

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