Jóvenes y ACV: Alerta global por aumento del 40% en derrames cerebrales antes de los 45 años

Los casos de accidentes cerebrovasculares (ACV) en personas menores de 45 años han aumentado en un 40% entre 2010 y 2023, según datos recientes. Este incremento desafía la percepción de que los ACV son exclusivos de adultos mayores y ha generado alarma entre organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS), que ya considera esta tendencia como una emergencia de salud pública.

La Dra. Valeria Torres, neuróloga del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, señala que actualmente se atienden pacientes desde los 30 años con secuelas neurológicas graves, algo que era muy raro hace 20 años. Este fenómeno afecta tanto a hombres como a mujeres jóvenes y se asocia principalmente con el estilo de vida moderno: altos niveles de estrés, sedentarismo, mala alimentación y trastornos del sueño.

Uno de los factores más preocupantes es el estrés crónico, ya que los niveles elevados de cortisol pueden dañar los vasos sanguíneos del cerebro, aumentando el riesgo de ACV. Además, el sedentarismo, especialmente por el uso prolongado de dispositivos electrónicos, puede elevar en un 35% la probabilidad de desarrollar coágulos. Las dietas ricas en sodio y grasas trans, que elevan la presión arterial, y el dormir menos de seis horas también se suman como riesgos importantes.

Un problema adicional es que muchos jóvenes no reconocen los síntomas del ACV y demoran en buscar atención. Un estudio publicado en Journal of Stroke indica que el 70% de los pacientes jóvenes ignoraron los signos iniciales, lo que retrasó el diagnóstico. Entre los síntomas más comunes están el dolor de cabeza súbito, adormecimiento de un lado del cuerpo, problemas para hablar, pérdida de equilibrio y confusión. En mujeres, los signos pueden ser más sutiles, como náuseas, dificultad para respirar o desmayos.

El acrónimo BE FAST (Balance, Eyes, Face, Arms, Speech, Time) sigue siendo una herramienta clave para identificar un ACV de forma temprana.

Además de los factores de riesgo clásicos como hipertensión, diabetes o tabaquismo, existen otros elementos específicos en jóvenes: uso de anticonceptivos con estrógeno, consumo de alcohol o drogas, migrañas con aura, malformaciones cardíacas congénitas como el foramen oval permeable, y enfermedades como la anemia de células falciformes. El embarazo y el periodo posparto también son momentos de riesgo elevado para las mujeres.

Ante síntomas de ACV, se recomienda acudir de inmediato a centros especializados como los Centros Integrales de Accidente Cerebrovascular. Por ejemplo, el Hospital UNM en Nuevo México ofrece atención multidisciplinaria urgente para jóvenes con síntomas complejos.

Los tratamientos más eficaces incluyen la administración de TPA (activador del plasminógeno tisular) en las primeras 4.5 horas desde el inicio de los síntomas, así como trombectomías en casos graves. Si se trata de una hemorragia cerebral, se prioriza detener el sangrado mediante medicamentos o cirugía de emergencia.

La recuperación de un ACV en jóvenes requiere rehabilitación intensiva, incluyendo fisioterapia, terapia del habla y terapia ocupacional. El seguimiento médico a largo plazo es fundamental para prevenir nuevas complicaciones o recurrencias.

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