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¿Dormir mal aumenta la soledad? Cómo el sueño moldea nuestros vínculos

ENFERMEDADES
Redacción El Tiempo
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Matthew Walker ha dedicado más de veinte años a investigar cómo el sueño influye en la salud física, mental y neurológica.

No obstante, uno de los campos más recientes y reveladores de su estudio es la relación entre el sueño y el comportamiento social, tal como explicó Walker, fundador del Centro para la Ciencia del Sueño Humano en la Universidad de California en Berkeley, durante el podcast Ground Truths conducido por Eric Topol.

“Generalmente pensamos en el sueño desde el punto de vista celular, de sistemas biológicos a gran escala o del organismo completo, pero olvidamos que la falta de sueño, o al menos la evidencia apunta a eso, puede desajustar nuestras interacciones sociales”, afirmó.

Walker se refería al creciente conjunto de datos que indican que dormir poco cambia la forma en que nos relacionamos con otros. Según él, la privación del sueño “nos vuelve menos sociables”.

La soledad se propaga: qué revelan las investigaciones
Un estudio encontró que dormir pocas horas disminuye la empatía y reduce el interés por ayudar a otros, lo que afecta la cooperación social.

Uno de los descubrimientos más llamativos en esta área es que los efectos sociales de la falta de sueño no solo afectan a quien está cansado.

Walker mencionó las investigaciones de la científica Eti Ben Simon, quien demostró que las personas privadas de sueño tienden a aislarse socialmente, y además, hacen que quienes las rodean se sientan más solos. “Después de interactuar con alguien que no ha dormido bien, esa persona, aunque no sepa que estás privado de sueño, se siente más aislada”, explicó Walker. “Esto se puede entender como una especie de contagio social de la soledad”.

Este fenómeno puede generar una cadena de desconexión emocional que ocurre sin que seamos conscientes. Dormir mal no solo afecta el estado de ánimo, sino también la percepción social mutua.

“En resumen, te vuelves menos atractivo socialmente, te aíslas y te sientes solo. Y aunque los demás no sepan que no dormiste, te perciben como menos accesible socialmente”, añadió.

Dormir mal disminuye la disposición a colaborar
Walker señaló que la falta de sueño reduce la voluntad de cooperar, algo fundamental para la supervivencia de cualquier sociedad.

Además del aislamiento, la falta de descanso afecta otro aspecto clave: el altruismo. “Otro efecto social de la privación del sueño es que dejamos de querer ayudar a otros”, afirmó. “Puede parecer algo pequeño, pero piensa en cualquier civilización importante: todas se han basado en la cooperación y la ayuda mutua. No existe ninguna sin eso”.

Walker resaltó que la capacidad para colaborar y sentir empatía es un rasgo evolutivo esencial en los humanos, y que el mal dormir disminuye este deseo tanto a nivel individual como colectivo.

Un experimento natural a nivel nacional: el cambio de horario
La relación entre el sueño y el altruismo también se observa en el cambio de horario que ocurre cada año en primavera y afecta a más de mil millones de personas.

En Estados Unidos, cuando se adelanta el reloj y se pierde una hora de sueño, Ben Simon estudió cómo cambia el comportamiento social en los días posteriores y detectó una disminución importante en las donaciones caritativas durante los lunes y martes posteriores al cambio.

Este dato evidencia cómo un pequeño cambio en el descanso puede alterar el comportamiento social. “Por esa pérdida de sueño, nos volvemos menos propensos a ayudar a los demás con empatía y generosidad”, concluyó Walker.

El cerebro en modo tóxico: qué sucede cuando no dormimos
La conexión entre el sueño y la conducta social no es solo psicológica, sino que tiene una base neurológica concreta. Durante el sueño profundo se activa el sistema glinfático, que limpia el cerebro de toxinas acumuladas durante la vigilia. “Estar despierto genera un daño cerebral leve constante, y el sueño es la forma en que el cerebro se repara”, explicó Walker.

Este sistema, compuesto por células gliales, funciona como un drenaje que requiere ciertas condiciones: sueño profundo, ondas lentas cerebrales, y estabilidad en la frecuencia cardíaca y respiratoria.

“Si hay alteraciones en estas señales, no es sorprendente que el sistema glinfático no funcione eficientemente”, comentó Walker.

Sueño, cuerpo y relaciones: una red interconectada
Walker hizo un llamado a no ver el sueño solo como un fenómeno neurológico aislado. “Somos organismos integrados. Estudiamos la neurología, psiquiatría, cardiología, y otros sistemas por separado, pero todos están interrelacionados”, afirmó. Esa interacción se refleja en cómo el descanso influye en nuestras emociones, vínculos sociales y salud física.

Calidad y regularidad, más importantes que cantidad
Un punto importante del diálogo con Topol fue que la calidad del sueño tiene más peso que la cantidad. Walker señaló que la continuidad del sueño, medida por la eficiencia (el porcentaje de tiempo dormido respecto al tiempo en cama), es un mejor predictor de salud.

“Cuando la eficiencia del sueño baja del 85%, comienzan a aparecer daños en varios sistemas del cuerpo”, dijo, mencionando riesgo elevado de diabetes, obesidad y enfermedades cardíacas.

Además, destacó un patrón en la salud mental: “No hemos encontrado ninguna enfermedad psiquiátrica donde el sueño sea normal, y eso es sorprendente”.

Dormir mal no es solo dormir poco
La idea de que dormir ocho horas garantiza salud es una simplificación. La cantidad sin calidad ni regularidad no es suficiente. “Puedes pasar mucho tiempo en la cama y dormir poco realmente, con interrupciones frecuentes”, explicó Walker.

También resaltó la importancia de mantener horarios regulares para dormir y despertar. Un estudio del Biobanco del Reino Unido mostró que quienes tenían horarios consistentes tenían menor riesgo de muerte por cualquier causa, incluso más que quienes dormían más horas sin regularidad.

El riesgo de obsesionarse con dormir bien
Finalmente, Walker advirtió sobre la ortosomnia, que es la obsesión por dormir perfectamente, a menudo alimentada por dispositivos de monitoreo del sueño, lo que puede empeorar el insomnio.

Recomendó no obsesionarse con los números y más bien valorar cómo se siente uno al despertar. “Algunas personas con buena puntuación en los monitores de sueño se sienten mal, y otras con peor puntuación tienen un buen desempeño”, comentó.

Concluyó que dormir bien no solo es una cuestión individual, sino un proceso biológico fundamental para sostener la convivencia social, la salud pública y la cooperación. Por el contrario, la falta de sueño nos aísla, muchas veces sin que nos demos cuenta.


 

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