El hígado desempeña múltiples funciones esenciales en el cuerpo. Actúa como un filtro que elimina toxinas de la sangre, facilita la digestión de los alimentos y ayuda a mantener niveles estables de azúcar en la sangre, entre otras funciones.
Diversos factores como ciertas enfermedades, la genética, la alimentación y el funcionamiento del sistema digestivo pueden incrementar el riesgo de desarrollar la enfermedad del hígado graso.
Cuando esto sucede sin relación con el consumo de alcohol, se denomina enfermedad del hígado graso no alcohólico (EHNA), según el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos (NIH).
La nutricionista Natalia Antar, del Hospital Británico y la Liga Argentina de Lucha contra el Cáncer, explicó que el hígado graso, o esteatosis hepática, ocurre cuando se acumula grasa en las células hepáticas. Esta condición puede deberse al alcohol o a otras causas, siendo la forma no alcohólica la más común hoy en día, especialmente asociada con la obesidad, la resistencia a la insulina y el síndrome metabólico.
Aunque inicialmente suele ser asintomática, con el tiempo puede provocar inflamación, fibrosis e incluso cirrosis hepática, advirtió la especialista.
La mayoría de las personas con hígado graso no presentan síntomas, aunque pueden experimentar cansancio o molestias en la parte superior del abdomen.
En algunos casos, la enfermedad avanza hacia la esteatohepatitis no alcohólica (EHNA), donde hay inflamación y daño hepático.
Si la EHNA progresa, puede generar cicatrices permanentes y endurecimiento del hígado, lo que se conoce como cirrosis, y que puede derivar en insuficiencia hepática o cáncer de hígado, explica el NIH.
Esta enfermedad es cada vez más frecuente, aunque muchas personas no saben que la tienen porque suele no presentar síntomas o sólo algunos como fatiga y dolor en la parte superior derecha del abdomen.
Síntomas más graves incluyen hinchazón abdominal, color amarillento en piel y ojos (ictericia), confusión, debilidad y pérdida del apetito.
Personas con obesidad o diabetes tipo 2 están en mayor riesgo de desarrollar hígado graso no alcohólico, afectando al 75 % de quienes tienen sobrepeso y al 90 % de quienes padecen obesidad severa.
La Clínica Cleveland indica que en etapas avanzadas pueden aparecer dolor abdominal, náuseas, pérdida de peso, debilidad, ictericia, hinchazón en abdomen y piernas, cansancio extremo y confusión.
Para diagnosticar esta enfermedad, el médico evalúa la historia clínica, realiza un examen físico y solicita estudios como análisis de sangre, imágenes o biopsias si es necesario.
Actualmente no hay medicamentos aprobados para tratar el hígado graso no alcohólico, aunque varios fármacos están en fases avanzadas de investigación clínica.
El NIH señala que el enfoque más efectivo para tratar esta enfermedad es modificar el estilo de vida, siendo la pérdida de peso fundamental para mejorar la condición.