Cómo afecta el frío a la función cerebral y la salud mental

Con la llegada del frío, las actividades diarias se vuelven un poco más difíciles. Desde levantarse de la cama, acudir al trabajo, moverse hasta pensar con claridad, todo parece más lento y pesado. Estas sensaciones tienen una explicación desde el punto de vista neurológico.

El frío disminuye la velocidad con la que el sistema nervioso envía y procesa impulsos. Según Ryan Kyle Jones, neurointensivista en Northwell Lenox Hill Hospital, citado por Very Well Mind, las temperaturas bajas reducen la rapidez de los potenciales de acción, lo que provoca movimientos más lentos, torpeza y menor sensibilidad.

Además, la exposición al frío puede afectar nuestras funciones cognitivas, aunque la temperatura corporal no llegue a niveles peligrosos. Cuando la temperatura central baja a 35°C o menos, el cerebro puede verse comprometido, causando síntomas como delirio, confusión, desorientación y dificultades para pensar o recordar.

Un fenómeno común relacionado con el frío es el “brain freeze” o dolor de cabeza por frío, que afecta a cerca de un tercio de la población, especialmente a niños y adolescentes. Este dolor agudo y breve ocurre al consumir alimentos o bebidas muy frías, pero no significa que el cerebro se congele realmente. Es una respuesta nerviosa localizada o un espasmo vascular que, aunque incómodo, suele ser temporal e inofensivo.

El cuerpo regula su temperatura interna a través del proceso de termorregulación, que involucra la piel, las glándulas sudoríparas, el sistema circulatorio y el cerebro. El área preóptica del hipotálamo detecta los cambios de temperatura y activa respuestas como el escalofrío y la vasoconstricción en la periferia para conservar el calor. El escalofrío genera calor por fricción, y el sistema simpático aumenta la actividad metabólica para producir más calor, contrayendo los vasos sanguíneos periféricos.

Tanto el frío como el estrés desencadenan respuestas similares, como la vasoconstricción periférica, con el fin de mantener la temperatura corporal. Si la exposición a temperaturas extremas supera la capacidad de regulación, pueden surgir la hipotermia o la hipertermia, siendo esta última más dañina para el tejido cerebral.

Por otro lado, la profesora Deborah Serani, de la Adelphi University, señala que aunque las altas temperaturas elevan las consultas por problemas de salud mental como ansiedad y depresión, el frío intenso también impacta negativamente en el comportamiento, la cognición y el estado de ánimo, sobre todo en personas que trabajan o entrenan en estas condiciones extremas.

En la población general, el frío se asocia con una disminución en la función cognitiva, la memoria y la vigilancia, además de un aumento en la distracción, tiempos de respuesta más lentos y dificultad para tomar decisiones. También puede causar que las personas estén menos activas, más irritables y socialmente aisladas, lo que eleva el estrés y puede agravar trastornos como la depresión y la ansiedad.

Los cambios bruscos de temperatura, como las olas de frío, tienden a empeorar los síntomas en personas con problemas de salud mental, y el trastorno afectivo estacional (SAD) suele aparecer en esta época, aunque el frío puede ser un factor independiente que contribuye a estos problemas.

Además, el frío puede dificultar el acceso a medicamentos o tratamientos para la salud mental, lo que representa un reto adicional para quienes dependen de ellos. Para mitigar estos efectos, se recomienda tener un plan para enfrentar el clima frío, que incluya estrategias para cuidar la salud mental durante el invierno.

Aunque el frío extremo afecta la función cerebral y el ánimo, la mayoría de estos efectos pueden revertirse si se recupera la temperatura corporal y se toman medidas preventivas para mantener el bienestar físico y emocional en los meses fríos.

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