Ascaris lumbricoides: qué es, cómo se contagia y síntomas clave

Entre los numerosos parásitos que pueden afectar al ser humano, el Ascaris lumbricoides ocupa un lugar destacado. Popularmente conocido como la “lombriz intestinal gigante”, este nematodo es el mayor parásito intestinal que puede alojarse en el cuerpo humano, alcanzando longitudes de hasta 35 centímetros.
Su presencia es mundial, y afecta a millones de personas, sobre todo en regiones con malas condiciones de saneamiento. Su impacto en la salud pública, en especial entre los niños, es considerable, por lo que conocer su biología, formas de transmisión y síntomas resulta esencial para su prevención y control.
El Ascaris lumbricoides es un gusano redondo que habita principalmente en el intestino delgado. Su ciclo de vida inicia cuando una persona ingiere huevos microscópicos del parásito. Estos eclosionan en el intestino y liberan larvas que atraviesan la pared intestinal, viajan por el torrente sanguíneo hasta los pulmones, maduran allí, ascienden por las vías respiratorias hacia la garganta y son deglutidas nuevamente, regresando al intestino, donde se convierten en adultos capaces de reproducirse y liberar miles de huevos que se eliminan con las heces.
La transmisión es fecal-oral, es decir, ocurre cuando se ingieren huevos procedentes de heces contaminadas. Esto sucede, por ejemplo, al consumir agua o alimentos contaminados con tierra infectada, o al tener manos sucias tras el contacto con suelos contaminados.
Los huevos del Ascaris son altamente resistentes, pudiendo sobrevivir en el suelo durante años en condiciones favorables. Por ello, comer frutas o verduras crudas sin lavar adecuadamente, o cultivadas en suelos fertilizados con heces humanas o aguas residuales, representa un riesgo. Los niños son especialmente vulnerables por su tendencia a jugar con tierra y su menor adherencia a las normas de higiene.
En la mayoría de los casos, la infección es asintomática o causa molestias leves como dolor abdominal, náuseas o pérdida de apetito. Sin embargo, incluso sin síntomas evidentes, puede afectar la nutrición y el crecimiento infantil.
Cuando la infestación es intensa, los síntomas se agravan: dolor abdominal fuerte, distensión, diarrea o estreñimiento. La presencia de muchos gusanos puede provocar desnutrición, retraso en el crecimiento y, en casos extremos, obstrucción intestinal que requiere atención médica urgente.
Durante la fase pulmonar, las larvas pueden causar tos seca, sibilancias, dificultad respiratoria y fiebre, un cuadro conocido como síndrome de Loeffler, que a menudo se confunde con asma o bronquitis. En raras ocasiones, los gusanos adultos pueden migrar fuera del intestino y aparecer en la boca, nariz o incluso en el conducto biliar o el apéndice, generando complicaciones severas.
El diagnóstico se realiza mediante un examen de heces, donde se identifican los huevos del parásito. En casos de complicaciones, pueden emplearse radiografías o ecografías para detectar la presencia de gusanos.
El tratamiento es sencillo y efectivo, basado en medicamentos antiparasitarios como albendazol o mebendazol, que eliminan los parásitos del intestino. En zonas de alta prevalencia, se recomienda tratar también a los familiares o a toda la comunidad para interrumpir la transmisión.
La prevención es la clave para controlar la ascariasis. Esto implica lavarse las manos con agua y jabón antes de comer y después de ir al baño, consumir agua potable, lavar y desinfectar frutas y verduras, y mejorar el saneamiento y la disposición de excretas. Estas medidas son esenciales para reducir la propagación de este parásito a nivel comunitario.
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