Analgésicos y deporte: lo que dicen los expertos sobre su uso habitual

El uso de analgésicos tras realizar ejercicio intenso se ha vuelto una práctica común para aliviar las molestias musculares. No obstante, expertos advierten que esta costumbre, aunque frecuente, no siempre es segura ni eficaz.
Muchos recurren a medicamentos como ibuprofeno o paracetamol sin prescripción médica después de entrenar, pero esta decisión podría interferir con el proceso natural de recuperación y conllevar efectos negativos a largo plazo.
Según especialistas en medicina deportiva y farmacia, el uso sistemático de estos fármacos es, en muchos casos, innecesario y hasta contraproducente. El Dr. Mani Singh, de la Universidad de Columbia, y la Dra. Stacia Woodcock, de GoodRx, coinciden en que tomar analgésicos de forma rutinaria tras el ejercicio puede no ofrecer beneficios significativos y sí implicar ciertos riesgos.
El llamado dolor muscular de aparición tardía (DOMS, por sus siglas en inglés), frecuente luego del entrenamiento, es causado por pequeñas lesiones en las fibras musculares. Singh aclara que este dolor no se debe al ácido láctico, como antes se pensaba, sino que es parte del proceso de adaptación del cuerpo al esfuerzo físico.
A diferencia del dolor agudo que puede surgir durante el ejercicio —y que puede indicar una lesión— el DOMS aparece entre 24 y 48 horas después y, en la mayoría de los casos, desaparece por sí solo, sin necesidad de medicamentos.
Esta diferencia es fundamental, ya que mientras una lesión requiere un tratamiento específico, el DOMS representa una respuesta natural del organismo y su tratamiento debe ser distinto. De hecho, recurrir habitualmente a fármacos para tratarlo podría perjudicar la regeneración muscular. Singh destaca que este hábito puede ir en contra de los objetivos del entrenamiento, ya que los analgésicos interfieren con los mecanismos fisiológicos de recuperación.
Los AINE (antiinflamatorios no esteroideos) actúan reduciendo la inflamación periférica, mientras que el paracetamol lo hace sobre el sistema nervioso central, inhibiendo la sensación de dolor. Sin embargo, ambos tienen limitaciones: los AINE pueden provocar problemas gástricos, renales y cardiovasculares, y al suprimir la inflamación natural, pueden afectar la reparación del tejido muscular.
Por su parte, Woodcock advierte que el paracetamol no tiene un impacto significativo sobre la inflamación, por lo que su eficacia en el tratamiento del DOMS es cuestionable. Además, investigaciones indican que los antiinflamatorios pueden ralentizar la recuperación física.
El uso frecuente de estos medicamentos tras ejercitarse puede limitar la regeneración muscular, ya que la inflamación promueve el flujo sanguíneo hacia los músculos, lo cual es esencial para llevar nutrientes y factores de crecimiento necesarios para su reparación. Bloquear este proceso podría perjudicar el progreso físico y prolongar las molestias.
Sumado a esto, la automedicación continua conlleva riesgos importantes, como úlceras, hipertensión, problemas digestivos, enfermedades cardíacas y daño renal. Woodcock advierte que estos medicamentos no están diseñados para un uso prolongado sin supervisión médica.
Un riesgo menos conocido es que los analgésicos pueden ocultar signos de afecciones graves como la rabdomiólisis, una condición seria derivada del esfuerzo extremo que puede dañar los riñones. Esta se manifiesta con dolor muscular severo y orina oscura, y requiere atención médica urgente. Según Singh, el uso de analgésicos puede enmascarar estos síntomas y retrasar el diagnóstico, lo que empeora el pronóstico.
Los especialistas coinciden en que, si bien en algunas situaciones excepcionales puede justificarse el uso de analgésicos —por ejemplo, si el dolor impide realizar actividades esenciales—, estos deben tomarse en dosis mínimas, de forma esporádica y solo como último recurso. Woodcock remarca que su uso regular no está recomendado.
Aunque son ampliamente utilizados, aún no se comprenden del todo los efectos de los analgésicos de venta libre a largo plazo. Por ejemplo, el mecanismo de acción exacto del acetaminofén sigue sin conocerse, lo cual revela lo limitado del conocimiento actual. “Todavía hay mucho por descubrir”, admite Singh.
Finalmente, Woodcock advierte con claridad: “no hay ningún analgésico que sea seguro para un uso frecuente y prolongado”. Ambos expertos subrayan la importancia de evitar la automedicación y de consultar siempre con profesionales de la salud antes de iniciar cualquier tratamiento con fármacos.
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