Alerta: Uso adictivo de pantallas afecta a la mitad de los adolescentes

No solo se trata de los problemas que genera una mala postura, las dificultades visuales, la falta de concentración o los trastornos del sueño. El uso de dispositivos electrónicos en niños y adolescentes desde edades muy tempranas conlleva riesgos mucho más serios que muchos padres deberían considerar con atención.
Un estudio publicado en JAMA Pediatrics que siguió a más de 4,000 jóvenes estadounidenses durante cuatro años encontró que casi la mitad presenta patrones de uso adictivo de redes sociales, videojuegos o teléfonos móviles.
Los expertos alertan que estas conductas están asociadas a un mayor riesgo de pensamientos y comportamientos suicidas, trastornos mentales y problemas para manejar las emociones.
El análisis, realizado por Yunyu Xiao y su equipo en la Universidad de Cornell, es parte del Adolescent Brain Cognitive Development Study, y examinó los hábitos digitales de 4,285 adolescentes de entre 10 y 14 años en Estados Unidos.
El estudio identificó varias trayectorias en el uso adictivo de redes sociales, teléfonos y videojuegos. Cerca de un tercio de los jóvenes mostró un aumento progresivo en el uso adictivo de redes sociales (31.3%) o celulares (24.6%), y otro grupo ya mantenía niveles altos desde etapas iniciales. Estas conductas se vincularon con un riesgo incrementado de ideación suicida, autolesiones y problemas de salud mental.
Los adolescentes con un aumento en el uso adictivo de redes sociales tienen más del doble de probabilidad de mostrar conductas suicidas que aquellos con un uso bajo. En cuanto a los videojuegos, un mayor consumo se relacionó con síntomas de ansiedad y depresión, mientras que el uso creciente de redes sociales se asoció a problemas de conducta como irritabilidad e impulsividad.
Un dato importante es que no es la cantidad total de tiempo frente a la pantalla lo que se asocia con peor salud mental, sino el patrón adictivo y su evolución.
Los especialistas destacan que el “uso problemático” no depende solo de las horas de exposición, sino también de la frecuencia, la dependencia emocional y las consecuencias negativas que genera.
Según el estudio internacional Health Behavior in School-aged Children (HBSC) coordinado por la OMS, en 44 países se observó que uno de cada diez adolescentes ya sufre alteraciones en su vida diaria por el uso de pantallas, afectando sus relaciones, rendimiento escolar y bienestar emocional. Otro 32% está en una zona de riesgo, con uso intensivo pero sin síntomas evidentes aún.
Francisco José Rivera, investigador de la Universidad de Sevilla, explica que un uso intenso puede derivar en problemas reales. Señala señales clínicas como dificultad para concentrarse sin redes sociales, necesidad constante del móvil incluso en reuniones sociales y alteraciones en el sueño.
El estudio también mostró diferencias según género: los chicos suelen usar más videojuegos, mientras que las chicas están más conectadas a redes sociales y buscan validación social, con un 44% declarando conexión casi permanente (frente a 36% de chicos). Esto genera distintos impactos: las redes sociales afectan más a las chicas, sobre todo en bullying social, mientras que el bullying físico es más común en chicos.
El rango crítico de edad es entre los 11 y 14 años, momento en que el desarrollo neuropsicológico es sensible y coincide con mayor exposición a pantallas. Aunque el uso intenso tiende a estabilizarse después, los riesgos ya están presentes.
Desde el punto de vista clínico, la psiquiatra especialista en adicciones Geraldine Peronace compara el impacto de las pantallas en el cerebro infantil con el de sustancias estimulantes, pues generan una hiperexcitación y liberación intensa de dopamina similar a drogas en niños pequeños.
La estimulación constante del sistema de recompensa puede fomentar patrones adictivos duraderos, afectando la salud mental y la capacidad para tolerar la frustración.
Peronace advierte sobre el incremento alarmante de trastornos psiquiátricos y suicidios en niños y adolescentes, con cifras récord en países como Argentina, y señala que la búsqueda de gratificación inmediata, reforzada por redes sociales, disminuye la capacidad de esperar, algo esencial en la vida.
También destaca la importancia de actividades alejadas de la tecnología, como jugar al aire libre o interactuar físicamente, frente al miedo moderno al aburrimiento.
Los especialistas recomiendan limitar el uso de pantallas: la Sociedad Española de Pediatría sugiere cero uso hasta los 6 años y máximo una hora diaria para niños mayores. Además, proponen eliminar elementos que incentivan el uso compulsivo, como “likes” y notificaciones, aplicar restricciones de edad y fomentar hábitos digitales saludables.
Peronace añade que desconectarse incluso por 72 horas reduce significativamente la sobrecarga cerebral, recomendando usar el “modo avión” en ciertos momentos para facilitar la desconexión.
Las investigaciones coinciden en que la prevención debe comenzar temprano. Frente a un escenario donde el acceso a dispositivos es cada vez más temprano y difícil de controlar, es fundamental establecer límites claros desde la infancia, incentivar actividades sin pantallas y detectar signos de una relación problemática con la tecnología antes de que se convierta en un problema de salud mental.
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