Un 1 de septiembre polarizado y poco que informar
Salvador García SotoEl primer año de gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum ha sido sin duda intenso y con más presiones y altibajos que las de cualquier otro gobernante de los últimos tiempos. Si bien la tradición presidencialista en México dice que nunca un primer año será de los más memorables de un sexenio, a la doctora le ha tocado iniciar su administración con un año particularmente difícil, entre muchos problemas internos heredados de su antecesor y demasiadas y fuertes presiones externas derivadas de las políticas de Donald Trump desde Estados Unidos.
Y en el balance de estos primeros 12 meses, que ya desde su arranque se anticipaban tensos y difíciles por el panorama económico, la llegada de Trump a la Casa Blanca y las graves problemáticas de seguridad, salud y falta de crecimiento económico que le dejó su antecesor, podría decirse que a la primera mujer presidenta en la historia del país no le ha ido tan mal en su primer año. Supo sortear los agresivos discursos y acciones desde el vecino del norte, apostando más al diálogo y al entendimiento que a la confrontación, logró torear –que no resolver aún— la violencia homicida y la impunidad del narco al modificar la criminal política de los “abrazos, no balazos”, y ha sostenido con hilos, y con muy poco presupuesto, las afectadas políticas de salud pública en las que todavía no puede cumplir su promesa de acabar con el desabasto de medicinas.
Quizás lo más complicado que ha tenido que enfrentar la presidenta, aunque no se ve pero se siente en sus acciones y decisiones, es la presión real que tiene su gobierno por parte de su antecesor, Andrés Manuel López Obrador, que con un clarísimo afán de control y un alto grado de perversidad, copó a la doctora con nombramientos, designaciones y “recomendaciones” para seguir teniendo controles y actores reales que, desde el gabinete, el Congreso y otras posiciones públicas, le siguen respondiendo más al inquilino de Palenque que a la doctora que despacha en Palacio.
Ese sería quizás el saldo más negativo que sigue arrastrando, en su primer año de gobierno, la presidenta Sheinbaum. Porque si bien ha dado muestras de ir ganando autonomía e independencia en algunos temas como la política de seguridad, las negociaciones con Estados Unidos y en temas como su relación con los empresarios, en el manejo presupuestal y en la mayoría de sus políticas y posiciones públicas, la inquilina de Palacio se sigue viendo muy sometida y a veces hasta obligada a coincidir o defender las herencias del pasado, aun cuando éstas le significan cargas económicas y políticas a su gobierno.
Por eso será interesante ver qué es lo que informa al Congreso este lunes la doctora. Más allá de sus anuncios de trenes que, utilizando las mismas vías que construyó hace más de 100 años el dictador Porfirio Díaz, se supone que recuperarán las viejas rutas de los trenes de pasajeros que canceló y eliminó la privatización y venta de los Ferrocarriles Nacionales, el presidente Ernesto Zedillo. Hasta ahora, más allá de sus actos inaugurales y las explicaciones de los militares que presentan los proyectos, no se sabe cuál es el grado de avance de dichos trenes ni si estarán terminados en la fecha en que se comprometieron.
Por lo demás, la presidenta podría presumir su 0.6% de crecimiento proyectado para este año por el Banco de México que — casualmente y no vayan ustedes a pensar mal— anunció dicha cifra el pasado viernes, justo en la víspera del primer informe de Gobierno. Y seguro que lo que ha logrado negociar con el gobierno de Trump, el Acuerdo de Seguridad para combatir a los Cárteles de la Droga, que se anunciará el 3 de septiembre y se firmará en Palacio Nacional con el secretario de Estado de la Unión Americana, Marco Rubio, que visita por primera vez a México, será otro de los temas que resaltará la presidenta en su informe junto con sus programas sociales que ella ha introducido y aumentado consumiendo todavía más presupuesto del que ya había comprometido López Obrador a las ayudas económicas universales.
Veremos, pues, cómo llega la presidenta a su informe en el que, más allá de logros, obras o programas exitosos propios, lo que hará es un recuento de lo que ha sido un primer año complicado, pero que al mismo tiempo ha librado sin mayores daños en su imagen y aprobación la presidenta Sheinbaum. Su mensaje en Palacio Nacional se ve mucho más sencillo que la entrega por escrito del Informe al Congreso, en la que la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, podría enfrentar gritos y reclamos de una oposición que está siendo bloqueada por los sectores más duros de Morena que no quieren entregarle al PAN la presidencia de la Mesa Directiva, que les corresponde a los panistas por los acuerdos parlamentarios.
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