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¿Qué tienes que hacer Trump, invadirnos?

Raúl Rodríguez Cortés
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Aunque ya se volvió práctica común de Donald Trump tratar mediante majaderas amenazas los temas cruciales de su relación con México (narcotráfico, migración y comercio, destacadamente), sus invectivas contra el país, su gobierno y su Presidenta, subieron de tono y aumentaron en frecuencia durante los días más recientes.

Ese aumento que todavía podría considerarse atípico es, por lo mismo, un claro mensaje injerencista que debió haber encendido todas las alarmas en nuestro país.

Porque no solamente son más fanfarronadas del inquilino de la Casa Blanca ni otro de sus tantos exabruptos, reflejo, por cierto, de los sentimientos racistas, clasistas e intolerantes del ciudadano estadounidense medio, votante inequívoco de Trump.

También son conductas y decisiones que mucho tienen que ver con lo siguiente:

1. La endeudada y deficitaria economía estadounidense y las presiones de su élite para que el “rey anaranjado” la recomponga y recupere su cada vez más debilitada hegemonía geopolítica, aun a costa del desfalleciente modelo neoliberal de total apertura al que, por cierto, los gobiernos mexicanos del PRI y del PAN le apostaron todo.

Y 2. El uso de distractores para negociar desde posiciones de ventaja o para desviar la atención de escándalos como el que él mismo Trump reabrió al prometer como candidato dar a conocer la lista de clientes del pederasta delincuente sexual Jeffrey Epstein, que ahora resulta que no existe, según la fiscal general Pam Bondi, acaso porque el propio mandatario estadounidense podría estar en ella.

La más reciente de las invectivas contra México fue lanzada por Trump el miércoles pasado 16 de julio luego de que firmara la Ley contra el Tráfico de Fentanilo al señalar que las autoridades mexicanas están “aterradas” por el “tremendo control” que los cárteles del narcotráfico tienen sobre el país, “sobre los políticos y las personas electas”. “Las autoridades mexicanas se presentan en sus oficinas petrificadas de ir a trabajar porque los cárteles tienen un control tremendo”, calumnia que sacó quién sabe de dónde.

Pero que la diga el presidente de la superpotencia es una carga explosiva que impacta en la confianza y certidumbre política y económica de nuestro país, más aún cuando añade que “tiene que hacer algo” porque “no puede permitir que eso suceda”.

¿Qué es ese algo que dice Trump que tiene que hacer? ¿Invadirnos? ¿Bombardear el territorio mexicano donde se asientan los cárteles? ¿Realmente pasarán por su cabeza tales opciones?
Este episodio que podríamos titular el de “las autoridades aterradas” es el más reciente de una andanada de ataques disparados por Trump, la Casa Blanca, sus funcionarios y sus medios de                comunicación.

Si no vea usted: todavía no nos reponíamos de las acusaciones de lavado de dinero que el Tesoro estadounidense presentó el 26 de junio contra dos bancos y una casa de bolsa mexicana (esta última propiedad del empresario Alfonso Romo, ex jefe de la oficina de la Presidencia de AMLO), ni digeríamos las calumniosas imputaciones de complicidad con el narcotráfico que hizo contra Claudia Sheinbaum el 11 de julio el abogado Jeffrey Lichtman, defensor en Estados Unidos del narcotraficante Ovidio Guzmán López, cuando se conoció al día siguiente, 12 de julio, la carta dirigida por Trump a la presidenta mexicana, en la que anunciaba la imposición a partir del primero de agosto próximo de aranceles de 30% a todos los productos que exportamos al mercado estadounidense, porque “no se ha hecho lo suficiente” para eliminar a los cárteles de la droga y contener el tráfico de fentanilo.

El 13 de julio, el defensor de Ovidio escaló sus agresiones al señalar que Sheinbaum actuaba más como “agente de relaciones públicas de una organización narcotraficante que como la líder honesta que merece el pueblo mexicano”; mientras que la fiscal general Bondi afirmaba que los distribuidores del fentanilo en territorio estadounidense son los migrantes sin documentos.

Todo esto sin aceptar, como siempre, la responsabilidad que también tienen las organizaciones criminales que trafican allá con la droga, la distribuyen a sus miles de adictos y lavan sus ganancias.

La estrategia de Sheinbaum ante esta andanada de amenazas y ataques declarativos ha sido la de la prudencia, el no caer en provocaciones y mantener la cabeza fría.

La Presidenta se salió un poco del guion al demandar por difamación al abogado Lichtman, lo que la expone más a las andanadas mediáticas, pero ayer recuperó el tono, dijo que no quiere conflictos con Estaos Unidos y dejó muy en caro que siempre defenderá nuestros principios, los más importantes de los cuales son el respeto a la soberanía y el rechazo ya injerencias externas.

Sin embargo, la estrategia de la cabeza fría acaso requiera de planes alternos no necesariamente confrontativos como los de las respuestas proporcionales como las que han planteado China, Rusia, Canadá o la Unión Europea. Quizás se requiera pisar el acelerador para detonar nuestro mercado interno y negociar opciones varias para                                                            nuestras exportaciones.

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