Persisten los baches en las avenidas principales de Piedras Negras

En avenidas principales y colonias populares es un verdadero dolor de cabeza para los automovilistas
En las calles de Piedras Negras, el paisaje urbano está marcado por un problema que lejos de desaparecer, se ha vuelto parte del entorno cotidiano: los baches. Pequeños cráteres que crecen con el paso del tiempo, con cada lluvia o fuga de agua que erosiona el pavimento, y con cada vehículo que, al no poder evitarlos, acelera su desgaste. Aunque deberían ser la excepción, se han vuelto la norma en las principales arterias viales y zonas estratégicas de la ciudad, desafiando no solo la paciencia de los conductores, sino también el sentido común de lo que debe ser una infraestructura funcional.
Uno de los puntos más visibles se encuentra sobre la calle Allende, una vía que conecta directamente hacia el Puente Internacional, siendo paso obligado para miles de automóviles que transitan a diario. Allí, como en muchas otras calles de la zona centro y colonias populares, los baches no sólo permanecen, sino que aumentan en número y profundidad. La imagen de autos zigzagueando para esquivar estas trampas de asfalto se ha vuelto tan común que, más que una maniobra de emergencia, parece parte del protocolo no escrito para conducir en la ciudad.
Los daños a vehículos ya no son una posibilidad remota, sino una consecuencia frecuente. Suspensiones desgastadas, neumáticos reventados y alineaciones desajustadas forman parte del saldo oculto que dejan estos desperfectos urbanos. A simple vista, se podría pensar que se trata de un problema menor, pero en el fondo, el deterioro de las calles representa una forma silenciosa de agresión económica hacia los ciudadanos, quienes terminan pagando las consecuencias con recursos propios, sin que haya mecanismos eficientes de prevención o reparación.
La situación se vuelve aún más crítica cuando se considera que muchos de estos baches están ubicados en zonas estratégicas y de alto flujo vehicular. Las avenidas principales, que deberían estar en óptimas condiciones para garantizar el flujo ágil y seguro del tránsito, presentan fallas estructurales notorias. Y lo que es más grave, estas fallas son visibles desde hace tiempo, sin que se note una intervención estructural duradera. Más que un tema de mantenimiento, el problema parece ser de planificación y de voluntad.
La explicación técnica más recurrente a este fenómeno urbano tiene que ver con el desgaste natural del pavimento por el uso constante y las inclemencias del clima. Sin embargo, en Piedras Negras, esta causa se ve agravada por las constantes fugas de agua potable o drenaje que socavan desde abajo el asfalto. Estas filtraciones no sólo deterioran la superficie, sino que crean huecos subterráneos que, eventualmente, terminan colapsando y generando baches de tamaño considerable. Es un problema en cadena que ilustra cómo la falta de coordinación entre servicios básicos e infraestructura vial afecta directamente la calidad de vida urbana.
Más allá del deterioro físico de las calles, los baches simbolizan también una fractura en la confianza ciudadana respecto al entorno urbano. Cuando una comunidad se ve forzada a transitar por calles en mal estado día tras día, el mensaje que se recibe es claro: la infraestructura no responde a las necesidades de quienes la usan. Esto genera una desconexión entre lo que se espera de una ciudad funcional y la realidad cotidiana de circular en ella.
Resulta particularmente preocupante que los sectores más afectados por esta situación son, frecuentemente, las colonias populares. En estos barrios, donde los recursos familiares son más limitados, un daño al vehículo representa una afectación directa al sustento. Muchas veces, un automóvil es no sólo un medio de transporte, sino una herramienta de trabajo. Cada visita al taller por culpa de un bache es una pérdida no solo económica, sino también de tiempo, tranquilidad y oportunidades.
Además, el problema no se limita al tránsito vehicular. Los peatones también enfrentan riesgos, especialmente cuando los baches se ubican cerca de banquetas o pasos peatonales. En temporada de lluvias, los hoyos se convierten en charcos profundos que ocultan su tamaño y profundidad, lo que incrementa la posibilidad de accidentes. Sumado a esto, la percepción de abandono que generan estos espacios deteriorados propicia un ambiente urbano poco amigable, lo que impacta incluso en la identidad visual de la ciudad.
El deterioro de la infraestructura vial también tiene un efecto secundario importante: desincentiva la inversión y el turismo. Para cualquier visitante que ingresa a la ciudad y transita por las principales avenidas, la imagen de calles deterioradas genera una primera impresión negativa. Asimismo, para los inversionistas, el estado de la infraestructura urbana es un factor clave al momento de considerar la instalación de nuevos negocios o empresas.
Mientras tanto, los ciudadanos se ven obligados a adaptarse a esta realidad. Los conductores han desarrollado una suerte de memoria topográfica para recordar la ubicación exacta de los baches más peligrosos. La rutina de manejar se ha vuelto un ejercicio constante de alerta y evasión, como si circular por las calles de la ciudad fuera una especie de prueba de obstáculos diaria.
El abandono del pavimento no es sólo una cuestión de mantenimiento urbano, es un reflejo de prioridades. Y cuando las calles se convierten en un riesgo, cuando el asfalto es más enemigo que aliado, es necesario cuestionarse qué clase de desarrollo urbano se está construyendo. La calidad de las calles debería ser un indicador de calidad de vida, no una muestra de deterioro institucional.
La realidad que enfrentan los ciudadanos de Piedras Negras ante la persistencia de los baches pone en evidencia una urgencia mayor: repensar el modelo de ciudad que se está forjando. No se trata solamente de tapar hoyos, sino de asumir la infraestructura como un compromiso integral con la seguridad, la economía y la dignidad de quienes habitan el territorio. Las calles hablan, y hoy lo hacen con grietas, con baches y con un silencio incómodo que exige atención inmediata.

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