No Hagas Cosas Buenas… La de ayer, la de hoy
Enrique Irazoqui MoralesLa autodenominada Cuarta Transformación, construida y propiedad de Andrés Manuel López Obrador, prometió erradicar la corrupción desde la cúspide del poder. Con su declaratoria de sus tres principios: no mentir, no robar y no traicionar el pueblo, López Obrador llegó finalmente al poder en 2018 con una victoria aplastante. Finalmente, su campaña presidencial de casi dos décadas rendía frutos. Él personificaba la voz de millones de mexicanos olvidades, ninguneados. Supo conectar con esa inmensa mayoría y allí sentó las bases para el ejercicio del poder.
El predecesor inmediato de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, afianzó mucho más su respaldo popular con la implementación de los programas asistenciales populares. Pensiones a los mayores, a los “Jóvenes Construyendo el Futuro” becas para estudiantes, han sido el gran instrumento que le permite a Morena, el partido del Andrés Manuel, hacerse del respaldo de las grandes mayorías populares.
En su senda, el expresidente se planteó una política de polarización entre pobres y los demás. Los primeros que por la condición socioeconómica de los mexicanos que mucho más numerosos, siempre han sido víctimas de los segundos, así que supo López que acendrando ese rencor social, lo fortalecería con las mayorías, no importándole la división que generaría.
Con esos ejes planteados para el control político absoluto, en lo que respecta “su lucha total contra la corrupción” con un pañuelo blanco en mano, el presidente proclamó en 2019 que “ya no hay corrupción arriba”. Sin embargo, conforme el paso del tiempo, y sobre todo al concluir su sexenio, ese símbolo se deshilachó frente a una serie de escándalos que no sólo contradicen el discurso oficial, sino que exhiben una estructura de poder que recicló los vicios del pasado bajo nuevas siglas.
Casos como el de Segalmex, el megafraude alimentario que representó un desvío de más de 15 mil millones de pesos en Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex) se convirtió en el emblema de la corrupción del sexenio. Empresas fantasmas, contratos opacos y protección política al exdirector Ignacio Ovalle —quien fue premiado con otro cargo— revelan una red de impunidad que contradice la narrativa de austeridad. El Huachicol fiscal, denominado crimen invisible, genera pérdidas estimadas en 180 mil millones de pesos en 2024 – esto se desprende del cálculo hecho de la cantidad de gasolinas y diésel comerciados sin el pago respectivos de los impuestos a la hacienda pública-, El huachicol fiscal superó cualquier otro esquema de corrupción en la historia reciente. Lo más alarmante es la presunta participación de altos mandos militares y funcionarios del gabinete, como los sobrinos del almirante Rafael Ojeda y el exsecretario Adán Augusto López, vinculado al grupo criminal “La Barredora”.
En mucho menor escala por los montos implicados, está en escándalo de Los hermanos incómodos
Pío, Martín Jesús y José Ramiro “Pepín” López Obrador protagonizaron hechos que van desde la recepción de dinero en efectivo hasta presuntos vínculos con redes criminales. A pesar de las pruebas videográficas, ninguna autoridad sancionó a los implicados, consolidando una narrativa de impunidad familiar.
El tema de actualidad es el caso “La Barredora” en Tabasco. La organización criminal operaba en Tabasco con presunta protección institucional. Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de seguridad de Tabasco, fue vinculado a proceso por asociación delictuosa y secuestro.
Es claro que no se acabó la corrupción y en lo que respecta a la actualidad, el lunes pasado se estrenó la serie PRI: Crónica del Fin, donde se relatan los hechos que derivaron al otrora partido político invencible y omnipresente. Figuras preponderantes del tricolor y otros tantos personajes políticos dan sus puntos de vista de los sucedidos en los momentos en que dio inició del declive la organización fundada por Plutarco Elías Calles. Su principal flagelo se concluye que fue la corrupción, es la misma que ahora emerge a la luz pública que cometió en los tiempos de López Obrador, solamente que el impulso de su movimiento todavía y por mucho, no ha acusado factura del debido desgaste y fastidio de un pueblo que todavía cree que los recursos que reciben son fuente de López y no del erario. Sin embargo, las comunicaciones son mucho más dinámicas ahora que en el pasado, y eso podría acelerar el castigo que tiene que pagar la fuerza política que está en el poder y que permite actos corruptos. El tiempo dirá cuando Morena pagará por ello.
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