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Las caídas en la vejez son más peligrosas de lo que imaginas

ENFERMEDADES
Redacción El Tiempo
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Cada año, millones de personas mayores sufren caídas, un problema que suele subestimarse, pero que constituye una de las principales causas de lesiones graves, discapacidad y muerte prematura. Este desafío de salud pública requiere atención prioritaria, ya que sus efectos van mucho más allá de un simple tropiezo o golpe.

La fragilidad propia del envejecimiento convierte un incidente menor para un joven en una emergencia potencialmente grave para un adulto mayor.

Las consecuencias inmediatas pueden ser severas: fracturas de cadera, muñeca o vértebras son frecuentes y suelen requerir hospitalización, cirugía y largos periodos de recuperación. Además, los traumatismos craneales, incluso leves, pueden causar hemorragias internas o complicaciones neurológicas serias, sobre todo en quienes toman anticoagulantes. El dolor intenso y la pérdida de movilidad tras una caída marcan el inicio de un proceso de recuperación complejo.

Más allá del daño físico, una caída puede desencadenar un deterioro progresivo en la calidad de vida. La reducción de la movilidad provoca dependencia para actividades cotidianas como vestirse o bañarse. Aunque la rehabilitación es clave, no siempre permite recuperar la autonomía previa, dejando secuelas como el dolor crónico o la limitación funcional.

El impacto emocional también es significativo. Muchas personas mayores desarrollan un intenso miedo a volver a caer —conocido como síndrome post-caída— que las lleva a evitar salir de casa o realizar actividades sociales. Esta ansiedad persistente puede derivar en depresión, aislamiento y un deterioro cognitivo y emocional acelerado.

Entre los principales factores de riesgo destacan la debilidad muscular, los problemas de equilibrio, visión y audición, así como enfermedades crónicas como la osteoporosis o la diabetes. El consumo de varios medicamentos (polifarmacia) también contribuye, ya que algunos provocan somnolencia o mareos. A ello se suman los riesgos del entorno doméstico, como alfombras sueltas, mala iluminación o falta de apoyos.

Una caída puede iniciar un ciclo de deterioro: hospitalizaciones prolongadas, inmovilidad y estrés que agravan enfermedades previas. Esto incrementa la dependencia y sobrecarga a los cuidadores, pudiendo conducir incluso a la institucionalización del adulto mayor, con un fuerte impacto en su bienestar y dignidad.

Afortunadamente, la mayoría de las caídas pueden prevenirse. Medidas efectivas incluyen programas de ejercicio que fortalezcan músculos y equilibrio —como el tai chi o la fisioterapia—, adecuar el hogar eliminando obstáculos y mejorando la iluminación, y realizar chequeos médicos regulares para revisar la visión y ajustar medicamentos. Una alimentación equilibrada, rica en nutrientes esenciales, también ayuda a mantener huesos y músculos fuertes.

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