La voz de Héctor Adrián conmueve corazones

Con apenas 11 años, Héctor Adrián emocionó a todos cantando en la kermés escolar regional.
La tarde en las oficinas regionales de Servicios Educativos se volvió un abrazo colectivo cuando el pequeño Héctor Adrián Sánchez Valdez subió al escenario improvisado de la kermés por el Día de Muertos. Con su uniforme del Club de Leones y su mirada serena, tomó el micrófono y dejó que su voz hablara por él, llenando el lugar de calma y recuerdo.
Al entonar “¿y qué tal si te escapas del cielo?”, Héctor provocó silencios y sollozos contenidamente hermosos. Los presentes se miraban entre sí, las lágrimas rodaban discretas y muchos se acercaron al altar de muertos que se colocó con cariño, recordando a sus seres queridos mientras la melodía envolvía el ambiente.
Piel chinita y recuerdos compartidos
Mientras cantaba, se notaba cómo se erizaba la piel de quienes escuchaban; la interpretación hizo brotar memorias personales y un murmullo de consuelo recorrió la sala. Los maestros, padres y compañeros permanecieron en absoluto respeto, dejando que la voz del niño hiciera el resto: un puente entre la celebración y la memoria.
La música como refugio y orgullo
Héctor contó después, con timidez y orgullo, que la música es su “segundo hogar, su refugio”. Dijo que cantar le regala felicidad y la esperanza de que más gente lo conozca; cuando alguien le dice que canta bonito, siente que le dicen que es “el mejor niño del mundo”. Esa mezcla de humildad y alegría fue tan contagiosa como su voz.
Talento moldeado a base de práctica
Aunque tiene solo 11 años, Héctor aprendió a cantar practicando día tras día. Confesó que le gusta interpretar todo tipo de música, y que su constancia es el secreto de cada nota afinada. Sus maestros resaltaron su disciplina y ternura sobre el escenario, y varios se emocionaron al ver cómo un alumno transforma la escena con naturalidad.La kermés terminó con abrazos, aplausos y el murmullo de quienes aún guardaban el eco de su voz. En una tarde dedicada a recordar, Héctor Adrián regaló a la comunidad un instante de esperanza: la certeza de que, a veces, la inocencia de un niño y su canto son capaces de curar nostalgias y encender sonrisas.

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