La entrevista con Julio Ruiz

La iglesia y la escuela son similares, aprende la palabra y la educación de la vida.
La vocación puede tener distintas formas. Para Julio Ruiz, maestro de formación y pastor por convicción, el camino de la enseñanza comenzó desde la infancia y lo llevó a desempeñar dos de los roles más formativos en la vida de una comunidad: el de educador y el de guía espiritual. En esta entrevista, Julio comparte con nosotros cómo nació su amor por la docencia, cuáles fueron sus inicios en las aulas y cómo fue tomar la decisión de dejar la escuela para dedicarse por completo al ministerio cristiano.
¿Cómo nace tu gusto por la docencia? “Todo esto de la educación nació desde que era niño. Prácticamente viví ligado a la educación, ya que mi familia viene de maestros. Mi abuelo y algunos tíos se dedicaban a la enseñanza, y desde que yo estaba en la primaria me gustaba todo lo que tenía que ver con la enseñanza. Me llamaba mucho la atención el proceso, la manera en que los maestros compartían el conocimiento y cómo influían en la vida de los alumnos Ese interés fue creciendo con los años. De hecho, mis dos hermanas también son maestras.
Los tres seguimos el mismo camino, y todos estudiamos en la Escuela Normal de Saltillo, lo que refuerza que en mi familia la vocación por enseñar está muy arraigada. Fue en Saltillo también donde conocí a mi esposa. Ella estudiaba la carrera de Sistemas Informáticos en la Universidad Autónoma de Coahuila (UA de C), mientras yo cursaba la Normal para maestro y mis hermanas estudiaban para ser educadoras. Así que podríamos decir que, además de mi carrera, ahí también encontré a mi compañera de vida".
¿Cómo fueron tus inicios ya como maestro titulado? “Mis primeros pasos ya como maestro titulado los di en Ciudad Acuña, donde conseguí mi primer empleo en una primaria. Fue una etapa muy especial para mí porque me enfrenté por primera vez a un grupo, a la responsabilidad completa de una clase. Estuve ahí por espacio de dos años.
Aprendí mucho, no solo en lo pedagógico, sino en lo personal. Entendí lo que significaba influir en la vida de los niños y responder por su formación día tras día. Con el paso del tiempo, se presentó la oportunidad de trasladarme a Piedras Negras, y fue cuando recibí el cambio a la escuela Cárdenas Carranza, ubicada en la colonia Mundo Nuevo, del sistema federal.
Esta institución era muy conocida en la ciudad; muchos la identificaban como la “escuela de los burros”, aunque esa etiqueta no era justa. En realidad, era una escuela con muchos desafíos, pero también con un gran potencial y alumnos con muchas ganas de aprender.
Allí estuve ocho años, tiempo suficiente para dejar huella y aprender también de la comunidad, de mis colegas y sobre todo de los alumnos. Fue un ciclo muy significativo en mi vida como maestro.
A la par de mi labor como docente, tomé la decisión de estudiar la carrera de Teología en un seminario, ya que siempre sentí un llamado profundo al servicio ministerial. Esa preparación teológica se dio de forma simultánea con mi actividad en el aula. Durante el día enseñaba en la escuela, y por las tardes y fines de semana me dedicaba al estudio bíblico y a las actividades eclesiásticas".
¿Fue difícil tomar la decisión de dejar la escuela para dedicarte a la iglesia? “Sí, fue una decisión difícil en términos prácticos, pero clara en cuanto a propósito. Siempre he pensado que la iglesia y la escuela no son tan distintas entre sí, en el sentido de que en ambas se enseña. En una compartes conocimiento académico, y en la otra compartes la Palabra. Ambas tienen que ver con la formación del ser humano, solo que desde perspectivas distintas. La diferencia es que la iglesia te exige tiempo completo si quieres hacer bien las cosas. Es un compromiso diario, no solo de preparación y enseñanza, sino también de acompañamiento, consejería, servicio social, administración y, sobre todo, entrega espiritual.
Por eso decidí dejar el magisterio para dedicarme por completo al ministerio. Del magisterio al ministerio, como a veces suelo decir. Comencé como pastor asociado en la Primera Iglesia Bautista del sector Centro, donde tuve la oportunidad de aprender y colaborar con personas muy comprometidas. Después, se me dio la responsabilidad de iniciar una nueva misión, y fue así como fundé la iglesia Fuente de Vida, que actualmente continúa en crecimiento. Ese paso fue otro momento clave en mi vida, porque implicó construir no solo un espacio físico, sino una comunidad Aun hoy, cuando predico o dirijo un estudio, siento que utilizo todas las herramientas de maestro".
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Con un profundo compromiso social, ha liderado iniciativas que impactan tanto en el ámbito económico como en el comunitario. Héctor Horacio Dávila Rodríguez, empresario industrial, hotelero, filántropo y coleccionista de autos clásicos, ha forjado su trayectoria desde cero -- leer más
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