La búsqueda de perfección trajo a Kevin Durant de vuelta a Texas

En una húmeda noche de octubre, Kevin Durant abandona el Toyota Center tras su debut en la pretemporada con los Houston Rockets, una victoria por 140-127 ante el Utah Jazz, negándose a aceptar la realidad.
En el inicio de su temporada número 19, Durant acumula un MVP, dos campeonatos de la NBA, dos premios al MVP de las Finales, cuatro medallas de oro olímpicas y 15 participaciones en el All-Star Game. Sin embargo, a estas alturas, el veterano persigue con obstinación algo que sabe inalcanzable: la perfección.
“¿Cómo que nunca lo lograré?”, responde con una sonrisa.
Desde que obtuvo su segundo título con los Golden State Warriors en 2018, Durant vivió etapas frustrantes con los Brooklyn Nets y los Phoenix Suns, que terminaron sin éxito. Ahora, seis años después, encara lo que podría ser su última y mejor oportunidad de conseguir un tercer anillo.
Cincuenta días después de que los Rockets quedaran eliminados ante los Warriors en el Juego 7 de la primera ronda de los playoffs 2024-25, Houston y Phoenix concretaron un megacanje entre siete equipos que envió a Durant a los Rockets a cambio de Jalen Green, Dillon Brooks, la décima selección del draft y cinco elecciones de segunda ronda.
El traspaso transformó por completo a Houston, que pasó de ser un equipo joven en crecimiento —venía de su primera temporada con 50 victorias desde 2019 y contaba con una plantilla de 10 jugadores menores de 28 años— a convertirse en candidato al título con Durant como pieza central. Poco después, el alero firmó una extensión de dos años y 90 millones de dólares, con opción de jugador para la temporada 2027-28.
“El impacto de Kevin es inmediato”, comentó el entrenador Ime Udoka. “Hace mejores a todos los que lo rodean”.
Durant, por su parte, ve en Houston una oportunidad real de sumar otro campeonato, pero también un entorno que le permite “ser él mismo”.
“No puedo jugar perfecto siempre”, admitió. “Pero mi tiro y mi manejo del balón siguen siendo de élite. Disfruto el reto de intentar perfeccionar algo, aunque sé que la perfección no existe. Quiero acercarme a ella mientras me quede tiempo en este juego”.
El gerente general Rafael Stone, desde su oficina de cristal en el centro de entrenamiento Memorial Hermann, reflexionó sobre el nuevo integrante de su plantilla:
“No se puede alcanzar la perfección, pero vale la pena intentarlo. Es una gran lección para nuestros jugadores jóvenes”, señaló. “Durant está enfocado en su oficio, no en la fama. A esta altura, solo le interesa ser el mejor jugador posible. Nosotros lo apoyamos en eso”.
En el primer partido de pretemporada, el 6 de octubre ante Atlanta, Durant observó desde el banquillo, vestido con una sudadera gris, mientras Houston vencía 122-113. Aunque no jugó, saltó a la cancha antes del partido para un calentamiento intenso, fallando sus primeros tiros antes de entrar en ritmo y encestar varios seguidos, gruñendo y moviéndose con la energía de un novato.
Esa noche no compitió oficialmente, pero su mentalidad no descansó.
“Ese es mi refugio”, confesó Durant. “Ahí es donde intento perfeccionar mi técnica”.
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