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En malas condiciones la calle Lorenzo Cantú

Ciudadanos denuncian los baches que se encuentran a lo largo de toda la vialidad

En malas condiciones la calle Lorenzo Cantú : Ciudadanos denuncian los baches que se encuentran a lo largo de toda la vialidad
José Gaytán
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En malas condiciones la calle Lorenzo Cantú : Ciudadanos denuncian los baches que se encuentran a lo largo de toda la vialidad
En malas condiciones la calle Lorenzo Cantú : Ciudadanos denuncian los baches que se encuentran a lo largo de toda la vialidad

La calle Lorenzo Cantú, que conecta las colonias Lázaro Cárdenas y Mundo Nuevo, enfrenta un grave deterioro en su pavimentación. Los baches de gran tamaño han generado preocupación entre los residentes, quienes señalan que esta situación afecta la movilidad y pone en riesgo la integridad de los vehículos.

A lo largo de la calle Lorenzo Cantú, que se extiende desde el bordo de la defensa norte en la colonia Lázaro Cárdenas hasta el sector Mundo Nuevo, los baches han tomado el control de la vialidad. Esta ruta, considerada una de las arterias más transitadas del sector oriente de Piedras Negras, atraviesa zonas densamente pobladas y conecta puntos clave de movilidad cotidiana. Sin embargo, el estado actual del pavimento pone en evidencia una situación crítica de abandono institucional.

Los baches no son aislados ni superficiales. En muchas zonas, los daños en el asfalto alcanzan dimensiones que representan un verdadero riesgo para los vehículos y sus ocupantes. La falta de mantenimiento acumulada durante años ha derivado en una superficie irregular y peligrosa, donde la circulación es más una maniobra de evasión constante que un tránsito fluido.

Riesgos para vehículos y peatones

Además de afectar la movilidad, los baches profundos pueden provocar averías importantes en los vehículos que transitan por esta calle. Los daños más comunes incluyen rupturas de llantas, afectaciones en la suspensión, desalineaciones y en casos más graves, pérdida del control del automóvil. Para los peatones, especialmente en zonas sin banquetas, caminar junto a una calle en ese estado representa un riesgo constante, agravado por la baja visibilidad en horarios nocturnos o en temporada de lluvias.

La negligencia en la conservación de una vialidad tan importante no solo constituye una omisión administrativa, sino una amenaza constante a la integridad de cientos de personas que la utilizan diariamente. La calle ha dejado de cumplir su función básica: garantizar un tránsito seguro y funcional.

Una problemática que refleja el abandono urbano

El caso de la calle Lorenzo Cantú no es un hecho aislado en Piedras Negras. Se trata de una manifestación clara del abandono estructural en la infraestructura vial de múltiples colonias periféricas. Mientras las zonas céntricas reciben rehabilitaciones frecuentes y visibles, los sectores más alejados quedan relegados a la espera indefinida, alimentando una brecha urbana que se traduce en desigualdad de servicios y calidad de vida.

Esta omisión sistemática contribuye a reforzar la percepción de que el mantenimiento vial no es una prioridad para las autoridades, o al menos no lo es en áreas fuera del radar político o turístico. Calles como la Lorenzo Cantú se deterioran a plena vista sin que existan mecanismos de atención preventiva o respuestas inmediatas ante la degradación del pavimento.

La normalización del deterioro vial

Con el paso del tiempo, el mal estado de las calles se ha naturalizado en muchos sectores de Piedras Negras. La población ha aprendido a esquivar baches, a reducir la velocidad antes de una curva maltratada o a diseñar rutas alternativas para evitar zonas intransitables. Esta adaptación forzada revela un problema aún mayor: la resignación colectiva ante una infraestructura colapsada.

La normalización del deterioro urbano es el primer síntoma del fracaso institucional. Cuando los ciudadanos dejan de esperar soluciones y ajustan sus comportamientos para convivir con el problema, se rompe el contrato social entre gobernantes y gobernados. La calle Lorenzo Cantú, con sus cráteres permanentes y asfalto resquebrajado, es un recordatorio visible de esta fractura.

No se trata solamente de una cuestión estética o de comodidad. El deterioro vial impacta directamente en la seguridad pública, la economía doméstica y la calidad de vida urbana. Cada neumático reventado, cada suspensión dañada, cada accidente evitado por centímetros tiene un costo que no figura en ningún presupuesto municipal, pero que recae día con día en los ciudadanos.

El silencio administrativo frente al colapso del pavimento deja en evidencia una administración desconectada de las necesidades reales de los sectores que más dependen del transporte terrestre. La falta de inversión, planeación y mantenimiento preventivo se convierte en un círculo vicioso que condena a colonias enteras a convivir con el deterioro como parte del paisaje.

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