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El pulso de la calle, la montaña rusa del comercio ambulante

Vendedores ambulante
Sallory Zapata/El Tiempo Piedras Negras
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El comercio ambulante en Piedras Negras y la región norte de Coahuila se mantiene como un motor de la economía local. Con ingresos inestables, regulaciones cambiantes y temporadas de mayor afluencia, miles de familias dependen de una actividad que se ajusta a ferias, operativos municipales y al constante movimiento fronterizo.

Una economía que respira en la calle

El comercio ambulante forma parte esencial de la economía informal, un sector que sostiene a cientos de familias cuyos ingresos dependen del movimiento urbano y del comportamiento del consumidor. En una ciudad fronteriza como Piedras Negras, factores como el tránsito de viajeros, los permisos temporales y los eventos municipales influyen directamente en las ventas, sobre todo en fines de semana, días de quincena y temporadas de festividades.

Los estudios nacionales y perfiles ocupacionales estiman ingresos mensuales que van de 3,000 a 12,000 pesos, aunque la realidad en la calle es más variable. Vendedores de comida rápida —antojitos, elotes, snacks— reportan días buenos de 500 a 1000 pesos, impulsados por la rotación alta del producto. En contraste, quienes comercializan ropa, accesorios o artículos diversos enfrentan una variación mayor: pueden tener jornadas de muy buena venta cuando el flujo de clientes es alto, pero también días con ingresos mínimos, ya que estos giros dependen de compras menos frecuentes y de un consumo menos predecible.

Los horarios suelen extenderse desde temprano hasta la noche, con picos en horas laborales, a la salida de escuelas y en zonas estratégicas como avenidas principales y puentes internacionales, donde el flujo migratorio marca el ritmo del día.

Entre permisos, operativos y temporadas fuertes

La regulación municipal, los operativos y la falta de permisos representan retos constantes para los vendedores, quienes enfrentan el riesgo de multas o retiros. A esto se suma la competencia con el comercio establecido, que a menudo señala invasión de banquetas o competencia desigual.

Las temporadas festivas son el respiro del sector. Durante ferias o celebraciones oficiales, el Ayuntamiento abre registros para ambulantes y food trucks, lo que incrementa sus oportunidades de venta y permite regular su presencia. En esos días, los ingresos pueden duplicarse.

Don Pedro, vendedor de elotes desde hace más de una década, lo resume con precisión: “Un día normal saco entre 800 y 1,000 pesos, pero cuando hay eventos grandes llego a sacar de 1,500 a 2,000. La gente anda con ganas de comprar.”

Su testimonio refleja el pulso real del comercio ambulante en la frontera.

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