El lecho de muerte de Juanito fue la basura
Descubren el trágico final de Juanito, cuyo cuerpo fue hallado entre basura, identificado por sus zapatos, en un relato que conmociona a su comunidad.

Como un cuento de hadas con mal final fueron los zapatos que al igual que, la cenicienta denotaron la identidad del cadáver.
De pronto se esfumó, a quienes frecuentaba les pareció extraño; echaron de menos aquella figura torva y lerda pero a la vez simpática. Como tantas veces, creyeron que el espíritu aventurero de Don Juanito lo había llevado una vez más al municipio de Nava a visitar los únicos familiares y amigos que lo apreciaban. La realidad distaba mucho de una narración de visita familiar, pues en algún punto medio del plazo de dos semanas la muerte lo había visitado.
En medio de bolsas de plástico y basura yacía el casi nonagenario (89 años), su cuerpecillo inerte, pálido y rígido estaba a un lado de su última cena: unas latas de atún y sardinas. El cadáver de Juanito fue descubierto el día de San Judas Tadeo por la mañana, 28 de octubre. Nada había que hacer, estaba frío. Los policías que lo encontraron se estremecieron al ver la escena, la conmoción por ver la soledad en la que murió y su frágil estado.
Travesía
La vida de quien en vida respondiera al nombre de Juan Sánchez, transcurría en largas caminatas lentas por la zona centro, saludos a los comerciantes, visitas a los centros de beneficencia donde obtenía su alimento. La señora María Guadalupe y Juani, asistentes de Cáritas Santiago Apóstol, se pasmaron al conocer la noticia del porqué Don Juanito ya no las visitaba, desde hace dos semanas.
Desenlace
Sí, así es la vida de un vagabundo que no le debe nada al mundo, pero que este, en su inmensa ingratitud, se ensaña con la gente que carece de una vivienda, de un hogar o del calor familiar. Dicen que lo único que tenemos seguro en esta vida es la muerte. Muchos buscan riqueza, amor, salud; Juanito buscaba un rincón donde pasar la noche, un sustento que hallaba en las galletas Marías y en un litro de leche que le abastecía Cáritas Santiago Apóstol. Jabón, shampoo y papel higiénico era algo que también siempre pedía.
Nacido en Monclova en 1936, fue testigo de aquella bondad que existía en nuestra tierra; observó los frondosos nogales y el caudaloso río Monclova, afluente que ya en su vida decadente utilizaba para bañarse y lavar su ropa, porque eso sí: la pobreza no está peleada con la limpieza. Y si algo se le reconocía a Juanito era su pulcritud, ya que su vestimenta humilde siempre estaba limpia, sin aparentar que era de las personas en condición de calle.
Su ausencia ha causado extrañeza en quienes aún no saben de su muerte. Aquellos que conocieron la manera en la que murió, solo y en medio de porquerías, han derramado una lágrima, tal y como lo hicieron las católicas de Santiago Apóstol. Su cuerpo terminó en unas tapias frente a la casa del peregrino en la colonia Telefonista, sobre la calle Jalapa. Juanito compartió siempre que nunca tuvo hijos ni esposa y que los familiares que le quedaban en Monclova no lo querían. Tristemente, su vida se apagó sin irse rodeado siquiera de una muerte digna. La soledad fue su compañía final, y su recuerdo un llamado a la conciencia sobre los olvidados de la ciudad. ¿Y cómo fue que lo reconocieron? ¿Cómo supieron que el cadáver era suyo? Simplemente, fueron sus viejos zapatos con las cintas color guindas las que denotaron su identidad.

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