El fuego del amor de Dios debe transformar nuestras vidas: padre Néstor Martínez
El padre Néstor Martínez insta a permitir que el amor de Dios transforme nuestras vidas, purificando lo negativo y llenando lo cotidiano de significado.

En su homilía, invitó a los fieles a abrirse al fuego del amor de Dios, el cual consideró más poderoso que cualquier otro, porque consume lo negativo y transforma lo cotidiano en algo lleno de sentido.
Durante la misa dominical en la parroquia Santiago Apóstol, el sacerdote Néstor Martínez reflexionó sobre el simbolismo del fuego, destacando su capacidad para transformar y purificar, pero también para unir elementos y generar frutos positivos en la vida personal, comunitaria y espiritual.
El fuego como parte de la identidad de Monclova

El padre Néstor Martínez recordó que en Monclova el fuego ha tenido un papel fundamental en la historia, al ser la ciudad acerera donde los hornos transformaban los metales en acero. Señaló que, así como de los hornos salían rollos, planchas y placas de distintos calibres, el fuego puede representar también la capacidad de cambiar realidades, dar forma a la vida y ofrecer fortaleza a la sociedad. Explicó que cuando los hornos estaban encendidos se vivían tiempos de producción y bienestar, mientras que al apagarse surgían momentos de dificultad y tristeza.
El fuego como símbolo espiritual
En su homilía, invitó a los fieles a abrirse al fuego del amor de Dios, el cual consideró más poderoso que cualquier otro, porque consume lo negativo y transforma lo cotidiano en algo lleno de sentido. Destacó que este fuego espiritual puede mover a las personas a priorizar su fe, incluso cuando otros no lo comprendan, recordando que el domingo es, por su significado, el día del Señor y debe vivirse con la participación en la Eucaristía.
Un llamado a dejarse consumir por el amor divino
El padre exhortó a la comunidad a dejarse guiar por ese fuego que transforma y fortalece, pues cuando el amor de Dios toca el corazón, muchas cosas buenas suceden, incluso aquellas que el mundo no alcanza a comprender. Concluyó que vivir esta experiencia espiritual es abrirse a una relación más profunda con Dios, capaz de renovar la vida personal y comunitaria.
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