El arte de la eternidad: cuánto cuesta una lápida en Piedras Negras

Con la llegada del Día de Muertos, los talleres funerarios en Piedras Negras experimentan un aumento en la demanda de lápidas y arreglos conmemorativos. Detrás de cada pieza de mármol o granito hay un oficio heredado, inversión constante y costos que reflejan tanto el valor del material como el trabajo artesanal.

Un oficio de tradición y precisión

Roberto Franco, propietario de un taller funerario en Piedras Negras, dedica su vida a la elaboración de lápidas y estructuras conmemorativas. Explica que este oficio, heredado y perfeccionado con los años, se mantiene vigente todo el año, aunque reconoce que entre octubre y noviembre la carga de trabajo aumenta hasta un 30% por las fechas alusivas al Día de Muertos.

“En esta temporada hay más movimiento, pero el trabajo nunca falta”, comenta. Las lápidas se elaboran principalmente con cemento y granito, materiales que representan la mitad del costo total de la pieza. “El 50% es puro material y el otro 50% es la ganancia”, explica el artesano.

El precio promedio de una lápida en un panteón municipal ronda los 8 mil pesos, de los cuales 4 mil corresponden al material y el resto a la mano de obra y diseño. Cuando se requiere colocarla en un panteón privado, los costos son más elevados, rondando los 14 mil pesos: 4 mil por el permiso municipal y 10 mil por la lápida.

Evolución y valor del trabajo artesanal

Franco recuerda que las lápidas de antes eran de corte más cuadrado y con letras grabadas en piedra, mientras que hoy predominan los diseños pulidos, con tipografía moderna y acabados más personalizados. “Antes se hacía todo a mano; ahora hay más detalle, más inversión”, afirma.

El incremento de los insumos —particularmente el granito importado y el cemento especializado— ha elevado los costos de producción entre un 15 y 20% en los últimos años. Aun así, el oficio sigue siendo rentable gracias a la constante demanda.

En Piedras Negras existen al menos una decena de talleres funerarios que operan de manera formal, generando empleos indirectos en carpintería, grabado y venta de flores. “No es solo un negocio”, dice Franco, “es una forma de preservar la memoria de las personas con respeto y dedicación”.

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