El abandono ciudadano convierte calles del centro en basurero clandestino
Un basurero clandestino fue denunciado sobre la calle Ocampo en pleno centro de la ciudad




El corazón de cualquier ciudad debería ser su rostro más limpio, su carta de presentación. Sin embargo, la zona centro de Piedras Negras enfrenta una situación que contradice por completo esta premisa. Sobre la calle Ocampo, entre Doctor Mier y Fuente, se ha consolidado un basurero clandestino que representa no solo un atentado visual, sino también un foco de contaminación y riesgo sanitario que crece día a día sin freno.
Este espacio, que originalmente debería servir como vialidad y zona de paso para vecinos, estudiantes, trabajadores y turistas, se ha convertido en un sitio de depósito constante de desechos. La acumulación va desde bolsas plásticas, escombros y ramas secas, hasta objetos más voluminosos como muebles en desuso, aparatos electrónicos y neumáticos, estos últimos altamente peligrosos por su capacidad de almacenar agua y convertirse en criaderos naturales del mosquito transmisor del dengue.
El problema no radica únicamente en la basura visible. Lo más alarmante es lo que no se ve a simple vista: la proliferación de fauna nociva. Roedores, cucarachas, mosquitos y otros insectos encuentran en este ambiente el hábitat perfecto para reproducirse. La situación se agrava con la llegada de lluvias, que convierten el cúmulo de desechos en una mezcla de humedad, mal olor y residuos en descomposición, generando un ambiente insalubre que pone en riesgo la salud pública.
Pese a ser una problemática que cualquiera puede observar al transitar por la zona, ha persistido sin control, como si se tratara de un paisaje habitual y aceptado por todos. Lo que debiera ser considerado un hecho aislado y excepcional, ha pasado a formar parte del cotidiano urbano. Este tipo de omisiones habla no solo de la falta de conciencia ambiental, sino también de una preocupante normalización de las prácticas perjudiciales para el entorno colectivo.
La ubicación del basurero no podría ser más irónica. A escasos metros de este foco de contaminación se encuentra uno de los sitios emblemáticos de la ciudad: el Paseo del Río. Este corredor es frecuentado diariamente por visitantes locales y turistas que buscan disfrutar de una caminata en un entorno agradable. Sin embargo, lo que debería representar un espacio armónico entre la ciudad y la naturaleza, termina contrastando con una postal de abandono y deterioro urbano.
Este tipo de contradicciones revelan una de las grandes debilidades que enfrentan muchas ciudades: la desconexión entre el discurso del desarrollo y la práctica ciudadana. Mientras se proyectan imágenes de modernidad, limpieza y cultura ambiental, en los hechos persisten comportamientos que denotan desinterés, falta de educación ecológica y sobre todo, ausencia de compromiso con el bien común.
La existencia de un basurero clandestino no solo refleja una falta de control, también es la evidencia más clara del egoísmo urbano. En vez de buscar soluciones comunitarias o alternativas adecuadas para el manejo de residuos, se opta por el camino más fácil: tirar la basura en un espacio sin vigilancia. Lo más grave es que esta actitud parece multiplicarse sin consecuencias, generando una percepción de impunidad ambiental.
La zona centro es un espacio histórico, comercial y cultural. Es el punto de encuentro para quienes acuden a realizar trámites, asistir a clases o simplemente disfrutar de la arquitectura urbana. Que este espacio esté siendo consumido por la basura y la indiferencia es un síntoma que debe alertar a toda la comunidad.
Además de los riesgos inmediatos —como enfermedades transmitidas por vectores, contaminación del aire por descomposición de materia orgánica o lesiones por objetos cortantes ocultos en la basura—, está el impacto a largo plazo en la percepción de la ciudad. Una urbe que permite que sus calles centrales se conviertan en vertederos improvisados está condenando su imagen ante propios y extraños.
El problema del basurero en la calle Ocampo no es solo un incidente aislado, es parte de una serie de prácticas nocivas que proliferan cuando no se fomenta un sentido real de pertenencia y respeto hacia los espacios compartidos. Es también una llamada de atención sobre la falta de cultura del reciclaje, de la disposición correcta de desechos y, en general, de la responsabilidad social que debe existir entre los habitantes de cualquier comunidad.
Lo que sucede en esta vialidad podría replicarse —y de hecho ya ocurre— en muchas otras partes de la ciudad. La diferencia es que este punto está en el centro neurálgico de Piedras Negras, donde los ojos de la ciudad deberían mirar con mayor atención. Permitir que un basurero tome forma y se mantenga durante semanas en un sitio tan transitado es un reflejo preocupante del abandono que se está dando a los espacios comunes.
Mientras no exista un cambio real en la cultura cívica de los ciudadanos y una conciencia ambiental colectiva, la basura seguirá ganando terreno. Y no solo se acumulará en las esquinas o entre las calles, sino también en la imagen de la ciudad que todos compartimos. Una imagen que, a este ritmo, se irá degradando junto con los espacios públicos, perdiendo valor, identidad y, sobre todo, dignidad.
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