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¿Cuál república?

Jean Meyer
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Alain Touraine nos decía que todo depende de la voluntad de cada uno, que todos debemos volver a ser ciudadanos. Para ser “ciudadanos”, debemos leer la Ética de Aristóteles y convencernos de que la política “persigue lo bueno y lo justo y puede ser el más excelso de todos los bienes en el orden de la acción humana”. Según el griego, el resultado de la política es la felicidad, puesto que “es lo mismo vivir bien y obrar bien, que ser feliz.”

Pero otro politólogo, el búlgaro Iván Krastev observa que “pasamos de una república de ciudadanos a una república de fans” y que “nuestras sociedades padecen algo así como guerras civiles: el enemigo está dentro”. Krastev habla de los países del Este de Europa, sin embargo, su análisis vale para todas las democracias liberales que se marchitan en el mundo, tanto en Estados Unidos, como en Francia y México. Dice que “a los ciudadanos se les trata como a hinchas de fútbol. Cada vez que pierdes, alguien debe tener la culpa, nunca tu equipo”. Pasa con todos, “también con los populistas, que, incluso cuando están en el gobierno, psicológicamente se comportan como víctimas, como si estuvieran en la oposición. Si eres una víctima, puedes permitirte comportarte como un villano”. A buen entendedor, pocas palabras.

Como Stuart Mill advirtió, y Tocqueville demostró en su Democracia en América, es fatalmente fácil confundir el principio democrático, de que el poder debe estar en manos de la mayoría, con la pretensión inadmisible de que la mayoría en posesión del poder no tiene que respetar ningún límite (R. Dworkin comp. La Filosofía del derecho, FCE, 2014). Esto es el riesgo que corremos y que debemos enfrentar porque es parte fundamental del régimen democrático. Enfrentar sin rendirnos, como les pasó a los alemanes al final de la república de Weimar, lo que cuenta muy bien Jacobo Dayan en su Weimar, la muerte de una democracia (2023). Tardamos en entrar al estrecho corredor que lleva a la libertad y avanzamos lentamente, desde la primera reforma electoral de 1977; parece que salirse del pasillo es más rápido. Las decepciones de las dos presidencias panistas, agravadas por el desastroso regreso del PRI al poder en 2012, provocaron el “vómito social” de las elecciones de 2018 y la indiferencia frente a la evolución iniciada por Andrés Manuel López Obrador.

“Los actos de algunos hombres tienen para millones consecuencias semejantes a las que resultan para todos los seres vivos de las perturbaciones y de las variaciones de su medio. Así como las causas naturales producen granizo, ciclones, epidemias, así causas inteligentes actúan sobre millones de hombres, cuya inmensa mayoría las sufre como sufre los caprichos del cielo, de la mar, de la corteza terrestre. La inteligencia y la voluntad afectando las masas como causas físicas y ciegas, es lo que nombran política”, afirmaba hace un siglo un desencantado Paul Valéry. Ochenta años más tarde, Cees Nooteboom le hace eco: “El acontecimiento no está creado más que por unos pocos, todos los demás lo resienten”.

Efectivamente ¿quién no ha sentido, profundamente, su impotencia frente a los acontecimientos políticos? Y, concretamente, ahora, frente a la erosión de las libertades “formales”, libertades “burguesas”, como las han calificado muchos y, a veces profundos, pensadores de las cuatro últimas generaciones, contando la presente. ¿Qué es la libertad en democracia? Que todos puedan votar por su candidato, que los medios expresen opiniones contradictorias y críticas, descubran los hechos, no sigan la famosa “línea”. Sin esas pobres libertades, un Nelson Mandela no habría llegado al poder, mediante elecciones libres, ahorrando a su país un baño de sangre. “El espíritu libre rechaza los vendedores de sueño”, y las sociedades libres rechazan una ortodoxia impuesta por el gobierno. De la misma manera que la gente se ha decepcionado con el liberalismo, algún día se sentirá decepcionada con los regímenes populistas, así que no hay que deprimirse.

Última hora: la universidad Erasmus de Rotterdam canceló la invitación a la socióloga francesa Eva Illiouz porque dio unas clases en la universidad hebrea de Jerusalén. ¿Qué hubiera dicho el gran Erasmo, campeón de la libertad de                      espíritu?

Columna: El Bukele de Tierra Caliente, el niño sicario y la Presidenta

Hace quince días, luego del homicidio del líder limonero Bernardo Bravo en los alrededores de Apatzingán, preguntaba yo en este espacio que cuántas personas valientes más tendrían que ser asesinadas para liberar a la gente de Tierra de Caliente en Michoacán, la cual lleva -- leer más

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