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Captan al alcalde de Piedras Negras en concierto de Gabito Ballesteros en Monterrey

Polémica
José Gaytán
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En medio de un ambiente de música y euforia, cámaras y teléfonos celulares captaron al presidente municipal de Piedras Negras, Jacobo Rodríguez, asistiendo al concierto del cantante Gabito Ballesteros, celebrado el pasado fin de semana en el Parque Fundidora de Monterrey, Nuevo León. El evento fue parte de un festival masivo que reunió a miles de asistentes, y en el que el artista de “corridos alterados” fue uno de los principales exponentes.

En los videos difundidos en redes sociales, se observa al edil saludando efusivamente al intérprete, con quien incluso comparte un breve abrazo. La escena ha generado una ola de reacciones divididas en plataformas digitales, particularmente porque Gabito Ballesteros fue el encargado de cerrar la más reciente edición de la Feria del Norte en Piedras Negras, evento en el que su presentación estuvo acompañada de un despliegue de seguridad considerado por muchos como desproporcionado.

¿Mero gusto personal o símbolo de preferencias institucionales?

Si bien la presencia del alcalde en un evento artístico fuera del municipio podría interpretarse como una actividad personal en su tiempo libre, la aparición pública en un concierto de un artista tan polémico reabre el debate sobre el tipo de espectáculos que se promueven desde el ámbito gubernamental. Cabe recordar que la actuación de Gabito Ballesteros en la Feria del Norte fue presentada como uno de los “platos fuertes” del programa oficial, lo cual implicó una inversión considerable de recursos públicos en logística, seguridad y promoción.

El regreso del presidente municipal a un concierto del mismo artista —ahora en una ciudad diferente y en un evento privado— parece reforzar la percepción de afinidad con ciertos perfiles de entretenimiento cuya narrativa gira en torno a temas como la violencia, el crimen organizado y el culto al “narcopoder”, contenidos que en muchas ocasiones han sido señalados como problemáticos para la juventud y el tejido social.

Corridos alterados y la crítica cultural

El fenómeno de los “corridos alterados”, subgénero musical al que pertenece Gabito Ballesteros, ha generado controversia por su apología a estilos de vida vinculados con la ilegalidad. Si bien los artistas que lo interpretan gozan de gran popularidad —especialmente entre jóvenes—, existe una discusión constante en medios, escuelas y foros ciudadanos sobre el mensaje que transmiten este tipo de producciones musicales.

El hecho de que un servidor público de alto nivel, como lo es el alcalde de una ciudad fronteriza con problemas estructurales de seguridad y movilidad social, sea visto públicamente celebrando y promoviendo indirectamente este tipo de contenidos, plantea interrogantes sobre el mensaje institucional que se pretende dar. ¿Es congruente impulsar campañas de prevención del delito, cultura de paz y recuperación del espacio público mientras se promueven figuras que glorifican estilos de vida conflictivos?

El contexto: seguridad y percepción pública

Durante la presentación de Ballesteros en Piedras Negras, el dispositivo de seguridad implementado fue objeto de críticas tanto en redes como en medios de comunicación locales. El operativo incluyó vigilancia especial, presencia de elementos armados, controles de acceso reforzados e incluso restricción parcial de zonas en el recinto ferial. Todo esto para un solo artista, en un evento cuyo enfoque principal debería ser la convivencia familiar y la promoción cultural diversa.

Este tipo de despliegues generan una dualidad difícil de ignorar: por un lado, se busca posicionar a la ciudad como un destino seguro y atractivo; por otro, se validan espectáculos cuya narrativa muchas veces glorifica la cultura del narco. En este contexto, la figura del alcalde adquiere especial relevancia como símbolo de las decisiones políticas y culturales que se promueven desde su administración.

Política, espectáculo y responsabilidad pública

No es nuevo que la clase política mexicana se acerque a figuras del espectáculo como una forma de conectar con ciertos sectores de la población. Sin embargo, este tipo de cercanía también conlleva una carga simbólica. El presidente municipal de una ciudad no es únicamente un ciudadano con preferencias musicales: es el máximo representante del gobierno local y, como tal, sus actos públicos —incluso los que aparentemente son privados— tienen un peso en la percepción colectiva.

El vínculo entre política y espectáculo ha sido históricamente instrumentalizado para generar capital político. Pero cuando el entretenimiento se vuelve un vehículo para normalizar discursos asociados con la violencia o la ilegalidad, es pertinente cuestionar los límites de esa relación. ¿Qué valores se están proyectando a la ciudadanía? ¿Cuál es el rol que deben tener los líderes locales en la promoción de una cultura más crítica y constructiva?

La polémica que persiste

A pesar de que la presencia del alcalde en el concierto de Gabito Ballesteros no constituye una falta legal, su dimensión simbólica no ha pasado desapercibida. Los comentarios en redes sociales reflejan tanto apoyo como desaprobación. Para algunos, es una muestra de cercanía del edil con la cultura popular; para otros, una incongruencia con los discursos institucionales sobre valores, seguridad y educación para la juventud.

La situación también revela un aspecto importante: la necesidad de coherencia entre el discurso gubernamental y las acciones públicas de sus representantes. En tiempos donde las decisiones de los servidores públicos son escrutadas minuto a minuto, la imagen que proyectan no puede desligarse de sus funciones. La política de espectáculos, como parte del quehacer institucional, debe considerar no solo la popularidad de los artistas, sino también el impacto social de sus mensajes.

En conclusión, la asistencia del alcalde Jacobo Rodríguez al concierto del intérprete de corridos alterados Gabito Ballesteros no es un hecho menor ni irrelevante. Más allá del gusto musical personal, se trata de una señal que merece ser analizada desde la perspectiva de la coherencia institucional, la responsabilidad simbólica y la construcción de una cultura ciudadana que apueste por la paz, la inclusión y el sentido crítico. La política, incluso cuando se mezcla con el espectáculo, no puede darse el lujo de ser ambigua.

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