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Adultos mayores se resisten al uso de la tecnología: una brecha generacional aún vigente

En el país, solo el 10 por ciento está “digitalizado”, es decir, hace uso activo e informado de la tecnología.

Adultos mayores se resisten al uso de la tecnología: una brecha generacional aún vigente: En el país, solo el 10 por ciento está “digitalizado”, es decir, hace uso activo e informado de la tecnología.
José Gaytán
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En una época donde los dispositivos móviles han dejado de ser un lujo para convertirse en una extensión indispensable del día a día, la brecha digital continúa afectando a uno de los sectores más vulnerables y a la vez más importantes de la sociedad: los adultos mayores. Mientras gran parte de la población camina por la calle con un teléfono inteligente en la mano, gestionando desde ahí sus finanzas, citas médicas, transporte y entretenimiento, existe un porcentaje significativo de personas de la tercera edad que se resisten o no logran integrarse plenamente al mundo digital.

A diferencia de los jóvenes y adultos que han adoptado con naturalidad el uso de plataformas digitales y aplicaciones móviles, los adultos mayores representan un sector que, en su mayoría, mantiene una relación distante o desconfiada con la tecnología. Este fenómeno no es nuevo, pero se ha hecho más evidente en los últimos años, especialmente cuando instituciones financieras, gubernamentales y de salud han digitalizado buena parte de sus servicios.

Un claro ejemplo de ello es el uso de los dispositivos para realizar pagos o transferencias electrónicas, lo que se conoce como inclusión financiera digital. Mientras muchas personas acceden desde una aplicación bancaria a saldar cuentas, pagar servicios o enviar dinero a otros, los adultos mayores siguen optando por acudir físicamente a las oficinas o ventanillas para realizar los mismos trámites. En ciudades como Piedras Negras, es común ver largas filas en instituciones de cobro, donde el perfil más frecuente es el de personas de la tercera edad, que evaden o simplemente no consideran como opción el uso de herramientas digitales.

En un sondeo realizado recientemente en la localidad, se pudo constatar que la mayoría de los adultos mayores no utiliza aplicaciones móviles. Las razones son variadas: algunos aseguran que la tecnología les resulta “demasiado complicada”, otros expresan desconfianza en los sistemas digitales, mientras que muchos simplemente no conocen el uso del celular más allá de las llamadas básicas. Esta falta de familiaridad no solo limita sus posibilidades de interacción con el mundo moderno, sino que también representa un obstáculo frente a un sistema que avanza cada vez más rápido hacia lo digital.

Las cifras nacionales refuerzan esta percepción. Según las estimaciones más recientes del Consejo Nacional de Población (CONAPO, 2025), en México existen actualmente 17,121,580 adultos mayores, lo que equivale al 12.8 % de la población total. Y la proyección es aún más reveladora: para el año 2030 se prevé que haya más personas mayores que jóvenes, un fenómeno que marcará un antes y un después en la estructura demográfica del país. Para el año 2070, se estima que el 34.2 % de la población mexicana será mayor de 60 años.

A pesar de estas cifras, la digitalización aún no alcanza a este sector como debería. Solo el 10 % de los adultos mayores está completamente “digitalizado”, es decir, tiene un uso activo, informado y constante de la tecnología. Pero el dato más alarmante lo representa el hecho de que, aunque un 70 % de ellos tiene un smartphone, la gran mayoría no sabe cómo utilizarlo correctamente. En muchos casos, se limitan a contestar llamadas o enviar mensajes de texto, sin aprovechar el potencial de las herramientas digitales que podrían facilitarles la vida diaria.

Esta resistencia o exclusión digital no solo tiene implicaciones prácticas, como el tiempo perdido en filas o la imposibilidad de acceder a trámites electrónicos, sino también impactos emocionales y sociales. Muchos adultos mayores se sienten aislados o desconectados del mundo moderno, lo que puede derivar en sentimientos de soledad, frustración o dependencia de terceros. En una sociedad que privilegia la inmediatez y lo digital, quienes no logran adaptarse corren el riesgo de quedar marginados, incluso en ámbitos tan esenciales como la salud, la economía o la educación.

Más allá del diagnóstico, este fenómeno plantea un desafío importante para las instituciones públicas y privadas: la necesidad urgente de generar estrategias de inclusión digital dirigidas a los adultos mayores. No se trata solo de entregar dispositivos o instalar aplicaciones en sus teléfonos, sino de ofrecer acompañamiento real, formación personalizada y empatía intergeneracional, para que este sector pueda incorporar gradualmente estas herramientas a su vida cotidiana.

Afortunadamente, algunas iniciativas comienzan a vislumbrarse. Talleres de alfabetización digital, cursos comunitarios y programas de capacitación básica para adultos mayores han sido implementados por gobiernos locales, organizaciones civiles y universidades. No obstante, aún falta mucho por hacer. El reto no es menor, pero tampoco imposible. La clave está en cambiar la visión, no desde la imposición tecnológica, sino desde el entendimiento profundo de sus necesidades y contextos.

Los adultos mayores no son reacios al cambio por naturaleza; muchas veces, lo que falta es alguien que les tienda la mano y les acompañe con paciencia en el proceso. En una sociedad que envejece aceleradamente, la inclusión digital no debe ser una opción, sino una prioridad. Integrar a los adultos mayores al ecosistema tecnológico no solo les brinda autonomía, sino que enriquece el tejido social, fortaleciendo vínculos y reduciendo brechas generacionales.

En un mundo donde todo se resuelve con un clic, no podemos permitirnos dejar atrás a quienes formaron los cimientos de nuestra sociedad. La tecnología debe ser una herramienta de unión, no de exclusión. Y ese camino empieza con empatía, conciencia y acción.

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