El Tiempo de Monclova

Piedras Negras Monclova Piedras Negras Carbonífera Saltillo Torreón Seguridad

Adoptar una mascota: un compromiso de por vida, no un impulso momentáneo

El hacerse cargo de una mascota implica ser responsables atendiendo sus necesidades

Adoptar una mascota: un compromiso de por vida, no un impulso momentáneo: El hacerse cargo de una mascota implica ser responsables atendiendo sus necesidades
José Gaytán
comparte facebook comparte X comparte WhatsApp comparte Telegram

En medio del creciente número de animales en situación de abandono, cada vez más personas optan por la adopción como una vía para brindarles una segunda oportunidad a perros y gatos sin hogar. Sin embargo, adoptar no debe verse como un acto de caridad temporal, sino como un compromiso serio y permanente que involucra tiempo, recursos, responsabilidad emocional y empatía.

Distintas asociaciones protectoras de animales, así como instancias gubernamentales dedicadas al bienestar animal, han endurecido sus protocolos antes de autorizar la adopción de una mascota. Esto no responde a un exceso de burocracia, sino a la necesidad urgente de garantizar entornos seguros, estables y amorosos para los animales rescatados. Cada perro o gato que sale de un refugio con rumbo a un nuevo hogar lleva consigo una historia de abandono, maltrato o negligencia, por lo que no se trata simplemente de darlo en adopción, sino de asegurarse de que no volverá a sufrir.

Más allá de llenar formularios, pasar entrevistas o cumplir con requisitos de espacio y cuidado, el mayor reto está en la conciencia del adoptante. No basta con querer una mascota; hay que estar dispuesto a asumir lo que eso implica durante toda su vida. Desde visitas veterinarias regulares, vacunas, alimentación adecuada, esterilización, hasta brindarle compañía, educación y amor, el compromiso es diario y no termina cuando deja de ser “cachorrito” o “novedad”.

El problema es que aún existe una visión utilitaria de las mascotas, donde muchas personas las ven como objetos para entretener, cuidar casas o para complacer un capricho infantil. Esta mentalidad es peligrosa porque cuando aparecen las primeras complicaciones —como ladridos, accidentes dentro de casa, gastos veterinarios o comportamientos no deseados— la mascota se convierte en una carga que termina de nuevo en la calle o abandonada en algún terreno. Es ahí donde las asociaciones vuelven a entrar, tratando de reparar los daños que otros han causado por falta de responsabilidad.

Irene Herrera, rescatista e integrante de una asociación local, ha mencionado que cada día reciben decenas de reportes de animales en situación de riesgo: perros golpeados, cachorros arrojados en bolsas, gatos envenenados, hembras pariendo en baldíos, entre muchos otros casos. Aunque se quisiera atender cada uno, los recursos humanos, económicos y logísticos son limitados. Los refugios están saturados y la ayuda gubernamental suele ser insuficiente.

Ante esta realidad, la opción de la adopción es crucial, pero debe estar acompañada de un cambio de mentalidad colectiva. Una mascota no es una moda, no es un regalo decorativo ni un peluche con fecha de caducidad. Es un ser vivo con necesidades físicas y emocionales que depende completamente de quien decide abrirle las puertas de su hogar.

La esterilización, por ejemplo, es una herramienta fundamental para evitar la reproducción descontrolada y reducir la sobrepoblación callejera. Aún así, hay quienes se niegan a realizar este procedimiento por ideas erróneas o simples caprichos, sin pensar que cada cría no planeada puede terminar engrosando las filas de animales en abandono.

También es importante desmitificar la idea de que los animales de raza son superiores. Muchos aún prefieren comprar en criaderos o tiendas, creyendo que un animal con “pedigree” es garantía de comportamiento o estatus social. Esta visión no solo perpetúa el negocio de la explotación animal, sino que ignora que los refugios están llenos de animales con el mismo potencial de amor y lealtad, solo que sin etiqueta ni precio.

Adoptar es también un acto de sensibilidad social. Al hacerlo, no solo se transforma la vida del animal rescatado, sino también la del adoptante, quien tiene la oportunidad de vivir una experiencia de conexión auténtica, compromiso real y aprendizaje continuo. Una mascota puede enseñar más sobre lealtad, gratitud y empatía que muchos libros o discursos. Pero esa enseñanza solo es posible si hay una disposición genuina a cuidar, respetar y acompañar al animal durante toda su vida.

La adopción responsable debería ser vista como un acto ciudadano. En una sociedad donde cada vez hay más problemas de abandono, maltrato y sobrepoblación, adoptar de forma consciente y responsable es una manera concreta de contribuir al bienestar común. No se trata de llenar la casa de animales, sino de garantizar calidad de vida a aquellos que realmente se puedan atender.

Las autoridades también tienen una responsabilidad ineludible: establecer políticas públicas efectivas, fomentar campañas de concientización, apoyar a las asociaciones que hacen el trabajo que el estado no siempre puede cubrir, y sancionar el maltrato o abandono con el rigor que corresponde.

comentar nota

Noticias del tema


    Más leído en la semana