Adolescentes muestran un incremento en las conductas de riesgo

Padres de familia deben permanecer atentos a las conductas de sus hijos para protegerlos.
La adolescencia, reconocida como una etapa clave en el desarrollo humano, representa un periodo de intensos cambios físicos, emocionales y sociales. Sin embargo, también se ha convertido en una fase particularmente vulnerable ante diversas conductas de riesgo que pueden marcar la vida de los jóvenes de forma permanente.
De acuerdo con la psicóloga Mireya Ramírez, coordinadora de la carrera de Psicología en la Escuela de Ciencias de la Salud, unidad norte, los adolescentes están mostrando un aumento significativo en comportamientos que pueden comprometer su salud física y mental, como el consumo de sustancias, relaciones sexuales sin protección, violencia entre pares, autolesiones, y uso excesivo de redes sociales.
Ramírez explicó que durante esta etapa, los jóvenes atraviesan una búsqueda de identidad y muchas veces buscan validación o reconocimiento, no necesariamente por parte de sus padres o figuras de autoridad, sino en sus pares o incluso en entornos digitales donde los valores pueden estar distorsionados. “Existe una necesidad natural de sentirse vistos y aceptados. El problema es que, cuando no encuentran esa validación en casa o en un entorno saludable, la buscan en lugares equivocados, lo cual los vuelve más vulnerables a las malas decisiones”, indicó la especialista.
Conductas cada vez más visibles
La psicóloga señaló que, en los últimos años, el entorno social y tecnológico ha facilitado el acceso a información y prácticas que antes eran menos frecuentes en la adolescencia temprana. Desde retos virales con alto grado de peligro, hasta el fácil acceso a pornografía, drogas y alcohol, muchos adolescentes están expuestos a estímulos para los cuales no siempre están emocionalmente preparados.
Además, el aumento de casos de ansiedad, depresión y conductas autodestructivas en jóvenes menores de 18 años se ha vuelto más notorio, y en algunos casos, derivan en problemas más graves como suicidio o trastornos de conducta alimentaria. “No se trata solo de una falta de supervisión. Hay una necesidad urgente de que los adultos comprendan lo que están viviendo los adolescentes. No basta con imponer reglas, hay que estar presentes emocionalmente”, puntualizó Ramírez.
El rol de los padres y cuidadores
Una de las recomendaciones más insistentes por parte de los especialistas es que los padres o tutores deben involucrarse activamente en la vida de sus hijos. Según Ramírez, esto implica algo más que vigilar: requiere comunicación abierta, escucha activa, acompañamiento y límites claros pero amorosos.
“Los adolescentes no necesitan padres perfectos, necesitan padres atentos, coherentes y disponibles. Necesitan saber que cuentan con alguien que los guíe, aunque a veces finjan que no lo necesitan”, afirmó.
También sugirió que es fundamental que las familias establezcan rutinas saludables, promuevan el autocuidado y generen espacios de confianza donde los adolescentes puedan expresarse sin miedo a ser juzgados.
La escuela y la comunidad como aliados
Ramírez enfatizó la importancia de que las escuelas trabajen de forma coordinada con las familias y que se implementen programas de prevención desde niveles básicos de educación. Talleres sobre inteligencia emocional, sexualidad responsable, uso adecuado de redes sociales y prevención de adicciones, pueden marcar una diferencia significativa.
Asimismo, llamó a las autoridades y a los sectores sociales a reconocer la salud mental de los adolescentes como una prioridad, promoviendo servicios accesibles y confidenciales para quienes enfrenten situaciones de riesgo.
La adolescencia no debe verse únicamente como una etapa problemática, sino como una oportunidad crucial para formar adultos responsables, empáticos y seguros de sí mismos. Sin embargo, para lograrlo, es indispensable que padres, educadores y la sociedad en general comprendan los desafíos a los que se enfrentan los jóvenes hoy en día y respondan con acciones concretas, cercanas y empáticas.
“Cuando un adolescente toma una mala decisión, generalmente no lo hace desde la maldad, sino desde la soledad, la desesperación o la falta de guía. Si lo entendemos así, será más fácil tender puentes y acompañarlos hacia un mejor futuro”, concluyó Mireya Ramírez.
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